OPINIóN
Actualizado 23/07/2014
Fernando Segovia

Siempre que se pueda elegir entre dos o más opciones, claro está. Poco que hacer cuando no hay elección posible. Ser ricos o ser pobres. Si eso fuese tan sencillo como escoger una de las dos. Pero no. No es así de fácil y simple. Y tampoco sé si esta tierra y esta sociedad que alberga pueda optar a otras soluciones para cimentar su desarrollo en algo diferente a lo que conocemos ya. Nuestra economía y bienestar se sustenta en lo que todos sabemos de sobra: educación y cultura en venta desde lo más hondo de la historia, ocio y turismo derivados precisamente de ese poso histórico y un poquito de nuestro sector primario agrícola y ganadero.

En los años del desarrollismo sesentero (del sesenta al setenta y ocho, quizás el que mayor poso dejase en estas tierras), había en marcha algunas minas de metales necesarios, construcción de faraónicas obras que aún hoy día siguen dando su fruto (pregunten si no a Iberdrola y la Confederación Hidrográfica), concentración parcelaria impuesta y cierto desarrollo agrario y ganadero. Todo eso unido a lo de siempre, la enseñanza a través de la universidad y los servicios que una ciudad así genera.

   Alguien a quien sigo escribía hace bien poco sobre qué deberemos elegir los salmantinos, qué tipo de ciudad y sociedad queremos para el futuro. Y se lamentaba que todo parezca girar en la orientación machacona hacia la hosteleria, el turismo de fin de semana (tan devaluado en cuanto calidad), y una ciudad de estudiantes con escasas aspiraciones de mejor cualificación profesional y nulas exigencias. Yo creo que ni eso podemos elegir.

Que nuestro destino viene ya marcado (o parece que lo esté) en nuestros genes desde la añeja historia (al menos desde el siglo diecisiete). No sabemos salir de este laberinto de venta de cultura humanística de andar por casa y algo pasada de moda (ahora parece que volvemos a la carga con el asunto, revestido de novedad, de enseñar el idioma a extranjeros como recurso). Nadie quiere (ni deja, que es peor) optar a otras soluciones que no sean el quedar esto como está ahora. Seguir en este camino tan trillado hacia otro siglo más de tan escasas luces como fueron estos últimos.

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