OPINIóN
Actualizado 22/07/2014
Ana Higles

Cuando uno rebusca en la historia eurovisiva de los Balcanes, casi todo lo que encuentra brilla y encanta.

Si algo bueno trae siempre cada edición de Eurovision es sorpresas. Muchas, buenas y malas. De las malas una solo puede hablar cuando se ha mentalizado especialmente para ello. Las buenas sorpresas, afortunadamente, te dibujan una sonrisa estúpida en la cara con el solo recuerdo.

Serbia se apuntó al carro de las buenas sorpresas en el año 2011. ¡Qué digo buena! Los balcánicos se marcaron una psicodélica, sesentera y simpática sorpresa que enamoró a propios y extraños. ¿Qué hacía una chiquita de voz portentosa representando a la reina de las baladas balcánicas vestida al puro estilo Massiel y bombardeando las retinas de los espectadores con ese despliegue de colores y formas por fondo?

 

Pues divertir, fundamentalmente. Caroban, "Mágico" en serbio, es una de esas canciones que te dejan buen sabor de boca por el buen rollo que transmiten. ¿Que en serbio uno no se entera de nada de lo que dice la letra? Pues vale, pero... ¿Desde cuándo eso es un problema para que los pies se te vayan solitos a bailar al son de la música?

Caroban quedó en 14ª posición. Si quieren saber de qué iba la canción, además, les diré que la jovencísima Nina Radojcic (tenía solo 20 añitos cuando subió al escenario de Düsseldorf) entonaba el enésimo canto al amor de la historia de Eurovision.  Uno, insisto, muy simpático.

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