Polvo somos, en polvo nos convertiremos y de un polvo venimos. En definitiva, que somos humanos. Porque humanos significa literalmente "de humus", o sea "compuestos de tierra o polvo". La saturación de mensajes gastronómicos que nos envuelve hará pensar a más de uno en el humus "puré de garbanzos", y no van descaminados porque abundan los garbanceros. La variedad entre los seres humanos es grande en matices, pero posee dos rasgos predominantes: el número de tontos es infinito (como ya advertía el Eclesiastés) y a casi todo el mundo le tira el sexo.
Mientras los turcos asediaban Constantinopla y hundían definitivamente el imperio de Bizancio, los sabios bizantinos se dedicaban a teorizar sobre el sexo de los ángeles. Pues bien, hoy mismo, mientras los bárbaros (los fanáticos sectarios, sinvergüenzas y criminales de toda laya y pelaje) amenazan con cargarse el imperio de Occidente, nuestros líderes se entretienen con el sexo virtual de Los Ángeles (California), en particular el de Hollywood, sus variantes e imitaciones. Si al menos se ocuparan del erotismo real, el que consiste en interactuar placenteramente entre seres humanos y en ocasiones reproducirse, no estaríamos tan hechos polvo.