OPINIóN
Actualizado 21/07/2014
Jotamar

Existen unos pocos a lo largo y ancho de nuestra geografía, Rosas, Cádiz, Vizcaya, Valencia? y algunos más de cuyos nombres no puedo acordarme, grabados en la memoria desde mis tiempos de estudiante, ya ha llovido, señor. Nos salían de carrerilla cuando nos los preguntaba el profesor, tal como si fuera la tabla de multiplicar,  los reyes Godos o los mares y continentes. Pero con el tiempo han crecido, se multiplican como  por San Juan los ajos y nos los encontramos en tierra firme, ya no son una gran porción de mar que se interna en la tierra entre dos cabos. Por golfo también conocíamos la suave acepción otorgada al pillo o al vagabundo, golfo puede ser cierto juego de envite y un pernio para una puerta o ventana.
Pero el golfo que a nosotros nos interesa es el que se dedica a robar, el chorizo de guante blanco, no el de Guijuelo o Cantimpalo; ese que regularmente se mete en la política y aprovecha la ocasión, 'pasaba por allí', para apañar nuestros dineros, levantar los caudales públicos, robar, en definitiva. Personajillos y sinvergüenzas de todo partido y condición que se aprovechan del cargo para llevárselo en crudo, a paladas si fuera menester, con la ayuda de los aprovechados de siempre. Y se quedan tan frescos, normalmente también con la pasta y raramente los vemos desfilar hacia la trena, el lugar más propio para ellos.
Con esta gentuza hay que terminar, exterminarlos sin piedad, requisarles los euros, los coches y mansiones y encerrarlos una larga temporada. El listado es largo, muy largo, y la razón para que exista esta clase de golfos nos viene de la existencia misma de los políticos, no todos, dios me valga, y el acostumbrarse a la buena vida y a los buenos sueldos con los que se les premia por no hacer nada. Luego necesitan más, y más y otra vez más.
Suprimamos, pues, un montón de políticos allá donde sobran, una forma de impedir que los apañadores se multipliquen. A nivel europeo, trescientos de los setecientos cincuenta euro-parlamentarios. En España, cincuenta diputados, todos los senadores y todas las diputaciones provinciales, que alguien me diga para qué sirven ambas instituciones. Menos políticos, menos chorizos a su alrededor tentándoles. Recuerdo a un raterillo al que le cayeron tres años por robar media docena de naranjas. Por todo ello, a  por los golfos y ladrones que queden, a trincarlos y a meterlos en la cárcel con la mayor celeridad, sin triquiñuelas legales que se alargan en la noche de los juicios.

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