OPINIóN
Actualizado 20/07/2014
Jorge Moya

¡Hola, buenos días!, tres palabras sencillas que he oído hasta la saciedad a lo largo de este maravilloso fin de semana.

Gracias a la amabilidad de la familia Martín-Barrientos, mi familia y yo, hemos podido comprobar, en primera persona, las propiedades bien-sanas de un camping, y disfrutar de la amabilidad y educación de las personas que lo habitan, habitualmente, en la época de estío.

¡Hola, buenos días!, una exclamación amable que rara vez se escucha en la tan ajetreada y ruidosa urbe. Unas palabras que he intercambiado con desconocidos que siempre llevaban una sonrisa dibujada en el rostro.

La tranquilidad y el descanso, han servido de cura para mi cansada cabeza. Han servido para proporcionarme un descanso inimaginable a mi cansado espíritu. Han servido para volver a ver el mundo con perspectiva.

Después de cuatro años sin vacaciones (a pesar de que alguno piense lo contrario), rompiéndome la cabeza para intentar mitigar un poco esta crisis que azota sin compasión los hogares de los españoles, mi amigo Juanjo, mi hermano y salvador, me ha dejado compartir con él su oasis de paz.

Juan, Carmen, Alegría, el inseparable Miguel "el del Marfil, Mª José y por supuesto mi hermano  Juanjo, campistas con experiencia todos ellos,  nos han guiado en esta aventura entre montañas, en este viaje de sensaciones que no olvidaré jamás. Gente que, como dijo el inmortal Antonio Machado:

(?)Y en todas partes he visto

gentes que danzan y juegan,

cuando pueden, y laboran

sus cuatro palmos de tierra.   

Nunca, si llegan a un sitio,

preguntan a dónde llegan.

cuando caminan, cabalgan

a lomos de mula vieja, 

Y no conocen la prisa

ni aun en los días de fiesta.

donde hay vino, beben vino;

donde no hay vino, agua fresca.

 

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y en un día como tantos,

descansan bajo la tierra.

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