OPINIóN
Actualizado 14/07/2014
Jesús Garrote

Estoy en una escuela de Ib Baka en el Sur de Marruecos con los chicos de Santiago Uno.

 Después de salir de la plaza Mayor de Salamanca y ser despedidos por el alcalde, nuestros chicos están trabajando como jabatos para que niños de esta zona tengan alguna de las oportunidades que ellos tienen.

Me da pena pensar en los comentarios de alguna gente  por internet al filo de nuestra salida. Comentarios que contestaban nuestros propios alumnos.

Tranquilos respecto a los fondos con los que se hace, seguro que no somos nosotros quienes malversamos sus impuestos y sí también intentamos ayudar y ayudarnos compartiendo los pocos saberes que tenemos haciendo voluntariado en España con los más necesitados y combatiendo con humildad las muchas injusticias que no nos dejan indiferentes pero que tampoco nos desaniman, ni paralizan creando los resabios que otros parecen manifestar desde el inmovilismo y la cobardía.

Pero los comentarios desconfiados no van a empañar la maravillosa experiencia que estamos teniendo trabajando juntos hijos y padres de Marruecos y España en la causa común de mejorar una escuela en un pueblo Bereber, para convertirla por las mañanas para los niños y por la tarde en una escuela de formación profesional para jóvenes en medicina básica, cocina, costura, soldadura, deportes, etc.

Desfallecidos mientras cogemos piedras entre escorpiones y al parecer alguna cobra que por suerte no hemos visto este año, pero dicen que las hay, estamos también ilusionados con ver avanzar la cancha y la colaboración de los locales que se suman a trabajar en un acto de complicidad que da el predicar con el ejemplo. Por aquí se fían poco de los de cooperación al desarrollo que nos acusan de acción directa.

Aquí aislados del exterior estamos más concentrados en nosotros mismos y en unas relaciones mucho más primarias de supervivencia a todos los niveles. Nos descubrimos más frágiles por una parte y más fuertes por otra. Se ponen de relieve nuestras inútiles dependencias y por otra parte se revelan prescindibles.

Coincidimos con su Ramadán que en algunos momentos también es el nuestro, es una dieta temporal que nos acerca a nuestro interior y nos manifiesta lo realmente importante para nosotros.

Que desperdicio de realidad tenemos cuando nos encerramos en nuestras pequeñas comodidades y nos dejamos arrastrar, en un desiertos entre arganes y dromedarios te haces consciente de todo lo que nos sobra incluso en épocas de crisis, hemos vendido nuestra alma al dios consumo y hemos perdido el azimut por guiarnos con un GPS trucado, mientras hemos despreciado la brújula del corazón.

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