OPINIóN
Actualizado 13/07/2014
@santiriesco

Escuchar por primera vez una canción mil veces oída. Eso es lo que me ha pasado con Antonio Vega y "El sitio de mi recreo".

Sentir por vez primera un tema musical al que no había prestado atención, abandonarme y permitir que cada una de sus notas se descalabren por el agujero negro de mi alma, escalen hasta lo más alto de mis anhelos, se empapen con la espuma de mis olas interiores.

Dejarme acariciar y sentir el dolor en cada una de sus palabras. Viajar a ese lugar donde uno no tiene que ser nada ni nadie distinto de sí mismo. Mirarse a los ojos y descubrir que tengo una historia que contar. Que soy un espíritu libre en ese lugar donde nací y al que quiero volver. Al que necesito volver. En el sitio de mi recreo, en un espacio que es sólo mío y en el que me fundo con ese murmullo interior, infantil, al que tengo que regresar siempre que busco dar un sentido a lo que no entiendo. Y hoy las lágrimas sustituyen la mano que acariciaba mi pelo. Y sigo sin entender pero siento. Y las emociones se agolpan en el pecho para salir a empujones por mis ojos. Y el cuerpo entero elimina sus barreras dejando entrar la música, las palabras, para que salgan los fantasmas, los dolores y los miedos. Como lágrimas negras.

"Poco o nada cuesta ser uno más" resuena en mi interior "y con él el escenario de mi hogar" rebota en mis adentros. Y el frío que traía en las entrañas se caldea por un momento. Llegan los campos, el sol, la brisa y el cielo. Se calman los huracanes y las nieves. Dejo de mirar al abismo.

Ahora que cesa el llanto viajo con la imaginación y siento su mano en mi pelo. Abro los ojos y respiro. Respiro profundamente, contando hasta cinco y sintiendo el aire llegar hasta muy adentro. Lo dejo salir poco a poco, contando también hasta cinco. Miro a mi alrededor y estoy solo. Conmigo. Despierto. En el sitio de mi recreo.

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