OPINIóN
Actualizado 07/07/2014
Jorge Moya

Lejos quedan ya las noticias sensacionalistas de los tabloides mejicanos, en los que reseñaban: "Las hordas fascistas de Franco, lanzan los toros bravos contra el pueblo español para sofocar las revueltas".

Me gusta pensar, que detrás de miles de borrachos y valientes que corren delante de los astados, existe un punto de coherencia religiosa y no sólo quede el "Riau-riau" y el cachondeo.

Las personas, por lo general,  desconocen las tradiciones religiosas que rodean a las fiestas de San Fermín, como por ejemplo la prenda más reconocida: El pañuelo alrededor del cuello.

Este pañuelo, que se agita para atraer a los morlacos, también tiene su historia. Representa el rojo de la sangre en el cuello por el martirio de San Fermín de Amiens, que murió decapitado en el año 303 por negarse a dejar de predicar el cristianismo.

El día 7, antes del primer encierro, muchas personas (sobre todo mozos) asisten a una procesión en honor al Santo. Procesión que sale desde la parroquia de San Lorenzo. Lógicamente, la mayoría de los "tirados" de la calle (borrachos sin freno),  a estos actos, no asisten ni con el hedor que mana de sus alcoholizados cuerpos.

Sé, de buena tinta, que todas las fiestas religiosas se popularizan de tal manera, que se obvia su significado real, el mejor ejemplo: La Navidad. No digo que crean los no creyentes o que practiquen los no practicantes pero, al igual que hace un servidor con religiones o creencias paganas, hay que tener un respeto por los que sí creen y sí practican.

Todas las mañanas, desde que tenía tres años, mi hijo Jorge ve los encierros junto a su madre y a mí. Pero hoy ha sido diferente, antes del encierro, rezamos un padre nuestro por los corredores y como honra al Santo Fermín.

Ahora sólo me queda decir:

¡A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro, dándonos su bendición!

¡Viva San Fermín!

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