OPINIóN
Actualizado 27/06/2014
Eutimio Cuesta

 

¡Cómo pasa el tiempo! Cuatro años no son nada, se consumen, como hojarasca, entre eventos, titulares e imágenes de portada. Importante es cuidar la imagen, se vive de ella; y ante la próxima convocatoria, hay que estilarla y adornarla de mercedes, como le sucedió a Enrique II, el que dicen de las Mercedes. Durante ese recorrido de tiempo, nos acercamos a la puerta a mendigar para nuestras necesidades, y se nos aviaba desde el fondo de la cocina con un "dios le ampare" con el pretexto de una crisis. Se gritaba desde todos los ámbitos: ¡Estamos en crisis!, para que nos lo creyéramos. La gente de a pie, los santos inocentes, sí estamos en crisis, y la sufrimos, la soportamos y la lloramos sin consuelo, pero nadie nos presta un moquero ni escucha nuestro lamento plañidero. ¡Allá nosotros!

Pero mira por dónde, nos hemos enterado por los medios con sus ampulosos y ostentosos titulares, que sí había y hay recursos, que se estaban faltriqueando para la ocasión propicia. Es que se juegan mucho: sus propias lentejas y las de muchos de sus adláteres y allegados, y no está la cosa para dormirse en los laureles, y que se vaya todo al garete; y eso de ponerse a la cola del paro es muy latoso y vejatorio, y más, cuando se han presidido tantos festejos y acudido a tanto ceremonial. Esta amenaza, ansiosa, les despereza y les obliga a cambiar el traje de estar por el mono, y a tirarse por el suelo a lubrificar las bielas de la máquina. Y es el  momento de que el pueblo llano espabile y aproveche también la ocasión. Y nada de promesas, que suelen llevarse el viento y el olvido.

El otro día, me encontré en la calle Toro de Salamanca con un paisano. Venía cabizbajo y con las manos en los bolsillos, como encogido, ensimismado en su preocupación. Le saludé y me dijo que se iba al pueblo, porque tenía la bodega anegaba de agua. Se ve que los empleados del municipio habían hecho unas catas y no habían dado con la avería. Y este estropicio se viene dando, con mucha frecuencia, en las bodegas del pueblo, hasta el punto de que, por falta de remedio y diligencia, varios vecinos han tenido que colocar bombas extractoras para evitar consecuencias mayores, e incluso, en la puerta de mi vecina se ha tapado el reventón hasta tres veces, porque el agua se le colaba en el sótano y podéis imaginar el destrozo, disgusto y sofoco, que tenía que soportar la pobre señora.

La causa de esta situación es el envejecimiento y el deterioro de las redes de agua limpia y sucia, que llevan enterradas en la oscuridad cuarenta y seis años. Las tuberías se pican cada dos por tres y los tubos de evacuación ceden y se quiebran, y las aguas buscan su guarida en las bodegas, sobre todo, en las zonas más bajas.

Y así estamos un día sí y otro también, y no se da solución; por eso, aprovecho el momento de la generosidad, para que la Diputación se entere de que, en mi pueblo, existe este problema, que afecta y preocupa a buena parte de la población, y que no se le puede dar más largas.

La solución está en la renovación total de la red. Puede parecer una obra ingente, pero, para ello, existe la planificación y las fases, y, en tres o cuatro años, su renovación puede ser una realidad.

Y, como la Diputación está abierta a escuchar necesidades, los macoternos le planteamos el problema que nos quita el sueño.

Señor Iglesia, nosotros también votamos en azul.

 

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