Salió de su boca la palabra,
como espiga madura que, en la era,
vencida, soporta la presión del trillo,
mientras el grano espera la molienda.
El trigo, generoso, va formando
una parva sin igual sobre la era.
Y la paja, vagamente repartida,
con reflejos envuelve la pradera.
El sol hundido tras en cerro
invita al labrador a su descanso.
El grano y la palabra volverán
con el alba, de nuevo recobrados.
Otra vez, al clarear, la misma escena:
el grano perdido se recobra.
Asistidos por el viento y el trabajo,
el trigo de la paja se divorcia.
Así, la palabra busca sitio,
como espiga madura, tras la siega.
En el pecho del hombre se recluye
y espera, paciente, la cosecha.
Pero el joven descuida su labor;
no depura la palabra en su conciencia.
Y el grano misterioso que la forma
perece sin remedio, tras la espera.