OPINIóN
Actualizado 11/06/2014
Fernando Segovia

Miro mi cuenta y cunde el desánimo. Intento hacer números sobre papel (como se hacían de toda la vida) y mis cifras no cuadran para fin de mes, y mucho menos para fin de año. Asustan. Entonces vuelvo a la página del periódico cotidiano y me pregunto si no se habrán equivocado en la apreciación. La economía está yendo bien. Dicen. Marcha por los cauces marcados por el gobierno y pronto empezaremos el crecimiento.  

      No sé qué cuentas echan ellos, ni qué clase de parámetros usan, pero nada me cuadra. Será que mi economía no forma parte de la suya. Ni la mía ni la de algunos cercanos míos. Y si es así, me callo. 

      Entonces miro el horizonte patrio y veo que los bancos (los de siempre) funcionan, que hay colas ante sus ventanillas, que las chimeneas de grandes empresas humean, que circulan automóviles nuevos a todo trapo derrochando gasolina, que se siguen reuniendo grandes empresarios de postín y sonríen y comen bien, que viajan con el rey a hacer grandes negocios en el extranjero, que los políticos siguen impecablemente trajeados, bien lustrosos, ajenos y sonrientes casi todos en los congresos y mítines donde siguen encantados de sí mismos, que los áticos lujosos del centro no se desocupan ni se venden, que las universidades son todas excelentes (pero incomprendidas en el mundo, vaya), que el fútbol (y el deporte en general) sigue siendo grande, grandísimo y carísimo, que los jueces recopilan y recopilan (claro que no pasan de ahí, del mero acto recopilatorio) folios y folios de pruebas de desvíos y desfalcos hipermillonarios, que la vivienda incomprensiblemente no baja aún más de precio, que no se desmontan administraciones innecesarias, y que siguen viniendo turistas de todo tipo, y entonces España va bien. La economía marcha por los cauces adecuados de recomposición... ¡La econosuya querrán decir! 

     Mis amigos y yo miramos nuestro bolsillos, nos encogemos de hombros extrañados y asentimos sobre esta lamentable economía de a pie (mía y del otro y el otro..), tan mía, tan nuestra, que no es para nada la suya. 

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