¿Cuántas veces ha deseado que alguien se ponga en su lugar?
¿Cuántas veces lo ha pedido?
¿Cuántas veces ha notado que alguien se ha puesto en su lugar?
¿Cómo se ha sentido entonces?
Esta semana pasada he prestado especial atención a la respuesta de quienes han interactuado conmigo cuando les decía frases del tipo:
?quiero entenderte,
?me pongo en tu lugar,
?me esfuerzo en saber cómo te sientes,
?creo que te entiendo,
?y alguna que otra manera más de expresar lo mismo: que trataba de ponerme en la piel del otro, de ser empático.
Esto de la empatía es una herramienta de mi trabajo como psicólogo y como mediador, que en estos días he tratado de revisar para ver si uso correctamente, si funciona o si tengo algún que otro mal adquirido vicio en su uso que debo corregir, algo que suele ocurrir con las cuestiones más cotidianas de la vida.
Pues bien, les cuento alguna de las conclusiones a las que he llegado con este ejercicio de auto-observación: lo primero es que la respuesta es visible, significativa, las palabras "te entiendo" no son neutras para quién las recibe, el gesto se modifica y la emoción cambia, algo que por otro lado suele ser la antesala de más cambios. He visto como quienes hablaban conmigo se relajaban, se mostraban agradecidos, a veces se desbloqueaban, y también alguna que otra respuesta de incredulidad ("¿de verdad me entiendes?"), probablemente no es tan común como deseable que tratemos de ponernos en la piel de los demás, sino más bien estamos acostumbrados a escuchar al otro mientras pensamos en cómo vamos a responderle, lo que le resta atención, y mucha, a lo que nos cuentan.
Le propongo un reto para esta semana: trate de ponerse en el lugar de los demás, en la piel del otro, haga el esfuerzo de verdad, no utilice una de estas frases que apuntaba a principio como una coletilla para ver qué es lo que pasa, demuestre que lo ha hecho, diga qué es lo que ha entendido y espere a ver el resultado,?, le gustará.