OPINIóN
Actualizado 04/06/2014
José Antonio Benito

Nuestro mundo globalizado nos invita a crear lazos, anudar redes, construir puentes. A 13.000 kms de Salamanca desde hace 20 años, siempre que recuerdo mi dorada ciudad lo primero que aflora en la mente es el puente, el Tormes, las catedrales. Quisiera que mi blog fuese un latido charro que recuerde, constate, avizore un acontecimiento vinculado con lo salmantino en América y particularmente en el Perú. 

Nuestra Universidad ha sido trampolín cultural que ha beneficiado al mundo entero. Lo sabe muy bien la historiadora Águeda Rodríguez Cruz que ha dedicado su vida a estudiar su proyección especialmente en América.

Baste señalar a dos misioneros excepcionales, Francisco Javier, el gran misionero de las Indias Orientales (Asia), y Toribio Alfonso Mogrovejo, el gran misionero de las Indias Occidentales (América) en el IV Centenario de su muerte. El primero se formó en la Sorbona de París, el segundo en Salamanca, a la vera de su tío Juan de Mogrovejo, catedrático de Derecho Canónico, enterrado en la Catedral Nueva de Salamanca. Los dos tuvieron en común sendos familiares catedráticos en la Universidad de Salamanca. Martín Azpilcueta, el doctor Navarro, primo de san Francisco Javier, y Juan de Mogrovejo, tío carnal de Toribio.

Les comparto un bello texto escrito en Lima y publicado en Amberes en 1688 con motivo de la beatificación del segundo arzobispo de Lima y patrono de los obispos de América, Toribio Mogrovejo:

"Muy aprisa se convirtiera entre los dos todo el mundo, bautizando Javier y confirmando Toribio. Bautizó Javier un millón y quinientos mil almas. Confirmó Toribio más de un millón. Más tiempo gasta el administrar la confirmación que el bautismo, uno y otro sacramento iba confiriendo Toribio. Pues en el celo de las almas qué semejantes los dos. Reconocía el sol naciendo en el Oriente el fuego de Javier que le infiltraba y al morir en el Oeste el sol, sentía reflorecer sus incendios en el semblante de Toribio. Pudo dudar el sol si era Toribio el que encendía el Oriente, o el que en el Occidente rayaba era Javier. Tan soberanos motivos eran generoso aliento a la Compañía de Jesús, para celebrar como propias las glorias de su nuevo Apóstol Toribio" (La estrella de Lima convertida en sol.p.244).

El jesuita José de ACOSTA, teólogo consultor de Santo Toribio y secretario del Tercer Concilio de Lima, en 1583, escribirá en su inmortal De Procuranda Indorum Salute (Pacificación y Colonización):
"A mí no me cabe duda que si volviese la fe añeja de los antiguos, su piedad y fervor de espíritu, tornarían también los milagros. Recordemos a un hombre de nuestro siglo, el bienaventurado maestro Francisco [Javier], varón de vida apostólica, de quien se refieren tantas y tan grandes maravillas, bien atestiguadas por muchos y convenientes testigos, hasta el punto que después de los apóstoles apenas se refieren mayores de otro". (CSIC Madrid 1984, p.327):
A la India, el Japón, la China, llegaron cartas desde Salamanca para Francisco Javier. Al Perú, desde el Colegio San Salvador de Oviedo, donde estudió Toribio, llegaron informes y personas desde la Ciudad del Tormes. En una de sus cartas, en 1603, cuando ya había recorrido casi 40.000 kms. por todo el territorio peruano, escribirá: "Dios me dé fuerzas para trabajar en esta su viña, las cuales tengo de presente como cuando salí del Colegio Mayor de Oviedo en Salamanca".

 Que el entusiasmo solidario, misionero, de estos universitarios sin fronteras, nos estimule a construir puentes de inclusión.

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