OPINIóN
Actualizado 04/06/2014
José Luis Sánchez

Tras las elecciones europeas, hemos estado inmersos en una semana saturada, tal vez hasta el hartazgo, de informes de datos, análisis de resultados, perspectivas e hipótesis de futuro? todo basado en unas elecciones que al 54% de la población española parece ser que no le han interesado ni seguirán interesándole. De los temas más comentados destacan sobre manera dos: la sorpresa de "podemos" y el varapalo al bipartidismo que, al parecer, queda tocado. Para poder hablar sobre si lo ocurrido afecta de verdad a ese sistema decimonónico o si se trata de una crisis coyuntural, debemos aclararnos sobre qué entendemos por bipartidismo y a qué nos referimos cuando decimos que empieza a agrietarse. 

Una posible explicación casi literal puede ser la de dos `partidos que se alternan en el poder y que, como en época de Cánovas y Sagasta, colaboran según los intereses mutuos. Esta definición se acerca bastante a la realidad existente en el Congreso de los Diputados pero no sería del todo exacta ya que, tanto en la Cámara Baja como en la Cámara Alta existen otras fuerzas políticas periféricas o minoritarias que, a veces, han tenido su relevancia colaborando y sosteniendo a uno de los grandes partidos. Tanto con González como con Aznar esas coaliciones fueron de gobierno, mientras que Zapatero innovó con la "mayoría variable", aparentemente más aceptable desde la moda de lo políticamente correcto. 

Otro ejemplo posible, quizá más puro, puede encontrarse en el Ayuntamiento de Salamanca solo que aquí, lo de la alternancia, no se ajusta a la realidad. Unos gobiernas y otros? hacen lo que pueden.

Para mí la verdadera crisis del bipartidismo, lo que realmente demostraría el fin del sistema, sería que otras fuerzas políticas que no correspondan al PP o al PSOE, los conservadores y liberales del siglo XIX, tuviesen opción a gobierno. Para ello es imprescindible una reforma de la ley electoral, sin este cambio, el bipartidismo siempre se mostrará enrocado y aferrado al poder porque tendrá posibilidades de sustento. Solo con unas elecciones más justas e igualitarias, sin dejar de respetar a las minorías podremos conseguirlo.

No es tarea fácil. No basta con un 7% o un 10% de los votos para cambiar las cosas pues, los dos grandes partidos y los nacionalistas que se benefician de ellos, aún no están por la labor de enmendar la injusticia, de ceder terreno y asumir el reto de un verdadero juego democrático y representativo. Mientras la ley no cambie, el bipartidismo seguirá con buena salud para resistir los envites de la ciudadanía.

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