OPINIóN
Actualizado 04/06/2014
Fernando Segovia

En este santo país (España) hemos llegado a unos tiempos impensables en que abres una  puerta o tiras de una inocente y simple manta y aparece mierda y mal olor a espuertas. Pero literalmente en muchos casos. Imagino que algo así pasaría estos días al asomarse al depósito de cadáveres del departamento de Anatomía II de la Complutense madrileña. Y es que doscientos y pico muertos, algunos despiezados y amontonados, indignamente hacinados, pues producen inquietud, desagrado y preocupación sanitaria en algunos responsables. Que no en todos. Llegar a amontonar tanto y de modo tan incontrolado pues parece una mala gestión del asunto de marras. 

      La solución que le están dando desde que se conoció el hecho es otra chapuza en toda regla. Inmensa chapuza. Y, salvo un catedrático responsable (uno), aquí nadie parece dimitir ni ponerse colorado siquiera. Ahora, a toda prisa, sacan muertos en 26 barriles de 60 litros cada uno, son llevados a un polígono de Arganda para que una empresa de residuos peligrosos los trate como de clase 6 e incinere con absoluta rapidez. Sucede que el camión de FCC lo detiene la guardia  civil, miran con rayos x el contenido precintado ya de los barriles y ven cadáveres troceados, sacados sin los debidos protocolos correspondientes, a destiempo, casi con nocturnidad y alevosía, y camino de un lugar que no correspondía. Paralización del hecho, correspondiente denuncia de la Inspección de Trabajo por saltarse precintos y protocolos de actuación y posible delito de falsedad documental. De traca, todo de traca. Y para hacer pensar a más de uno. 

    Yo no sé si ese es hecho aislado o repetido. Imagínense lo que gusten. A lo mejor es que no se deberían abrir puertas así, sin haber llamado antes educadamente. Para darles tiempo a ordenar y preparar los correspondientes recibimientos. Y además puertas como esas de cotos tan cerrados, tan privados, y tan a medida de quien controla el asunto, como son ciertos departamentos de universidad. Tras esas puertas puede uno encontrarse de todo bajo todas las formas posibles y probables. Hasta un montón de cadáveres hacinados, alquilados con lucro alguna que otra vez, y sin posibilidad de hacerlos desaparecer prudente y dignamente. Como en este mismo caso. 

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