OPINIóN
Actualizado 31/05/2014
José Antonio Mirón

En los últimos años se han producido unos cambios significativos en el patrón de consumo de los españoles. Entre éstos podemos destacar los siguientes: tendencia a consumir más los fines de semana y en momentos de ocio, con el único interés de beber por beber y parece ser que con el reto de poner a prueba la resistencia del organismo y llegar al límite dado que muchos llegan a perder el control y algunos a comas etílicos. También han desaparecido las diferencias entre hombres y mujeres, en jóvenes ya no existen diferencias y no se debe olvidar que por razones biológicas y fisiológicas la mujer absorbe más alcohol y metaboliza menos, esta es la razón de un mayor riesgo de intoxicaciones agudas (embriaguez); fenómeno cada vez más frecuente, con mayor visibilidad e imprudente sobre todo porque se asocia a muchos accidentes de tráfico con muerte que tienen lugar los fines de semana al terminar la noche o al empezar el día.

El riesgo más importante que conlleva el consumo de bebidas alcohólicas es el síndrome de dependencia del alcohol que es el resultado de una compleja interacción de factores constitucionales y personales (vulnerabilidad genética y personalidad), ambientales (aprendizaje infantil, actitud familiar) y socioculturales (disponibilidad, tolerancia al consumo, asociaciones de actos familiares y sociales con el alcohol, etc.). El componente determinante de este síndrome es el alcohol (etanol) que es una de las sustancias psicoactivas con mayor potencial adictivo físico y psíquico.

El espectro de los trastornos y problemas ocasionados por el consumo de bebidas alcohólicas es tan amplio como conocido e incluye el ámbito sanitario, familiar, laboral y social. Tradicionalmente en países con gran tolerancia al consumo como el nuestro, han introducido la costumbre de beber en las comidas, y forma parte incluso del mobiliario y de la estructura orgánica y funcional  de las viviendas en la que existe muy frecuentemente un mueble denominado mueble bar y, actualmente, las bodegas, en las que se pasan muchas horas ingiriendo alcohol y colesterol.

El alcohol es un tóxico multiorgánico que no posee ningún efecto terapéutico ni tiene ningún efecto beneficioso para la Salud. Además, no sirve para calentarse, no estimula el apetito, no alivia la depresión, no mejora el estrés ni la ansiedad y no mejora las habilidades sociales ni las relaciones interpersonales.

Se trata de un tóxico incuestionable, dado que en función de la dosis y la susceptibilidad individual siempre provoca daño. Además, posee una gran capacidad adictiva, tanto física como psíquica, por lo que aunque sea un elemento y componente de nuestro estilo de vida y de nuestra sociedad, se trata de una droga. Y aunque existe un elevado conflicto de intereres y muchas incoherencias en la forma de tratar este tema, los que estamos por la prevención de las enfermedades y la Promoción de la Salud, sólo podemos decir una cosa el alcohol cuanto menos mejor porque a  medio y largo plazo, se convierte en un tóxico para la Salud, para el Bienestar individual y familiar y para la Vida.

Para llevar una Vida Saludable y festejar la Vida todos los días no necesitamos alcohol ni bebidas alcohólicas y si utilizar el cerebro como herramienta fundamental para vivir y convivir con armonía y funcionalidad dentro de la normalidad y la racionalidad. 

JAMCA

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