Ochocientos emigrantes subsaharianos han asaltado hoy la valla de Melilla, de los que ciento cuarenta han logrado pasar a España. Esta o parecidas noticias salen cada día en los periódicos y otros medios de comunicación. El mirador provinciano no se va a fijar hoy en la tragedia humana que suponen esos hechos. Hoy va a poner el acento de su comentario en la "ll" de "valla". Porque ha oído decir a unos cultos periodistas en la radio que los subsaharianos han asaltado la "vaya" de Melilla. Ay, nuestra "elle". Primero nos dicen que no existe, que son dos "eles" y luego las dos "eles" las pronuncian como "y" griega "ye". Dicen que dice la RAE que hay que decir y poner en el diccionario también lo que dicen los que no saben hablar nuestra lengua. Ya los avances de la técnica moderna nos ha quitado la "ñ", porque les estorba, o resulta muy cara en un teclado; y ahora ya no se pronuncia la "ll" castellana ni en Castilla. Pero, por más que digan, es más fácil saltar una "vaya" del reino vegetal que una "valla" del reino mineral, como es al de Melilla (no Meliya), de alambre, o de cemento. Como es más agradable y nutritivo comerse un "pollo" asado que un "poyo" duro como la piedra. Y ahora no me refiero a la perversión del lenguaje, a que está sometido en los medios de comunicación, sobre todo por los políticos y los "futboleros", que alienan a las masas de oyentes y videntes. Eso para otro día. Ahora solo la pronunciación pervertida, y no nos referimos tampoco a las diversas regiones donde se habla el mismo castellano con diversos acentos admitidos. Sino a pronunciar bien y precisamente cada letra con dominio del propio leguaje. Precisamente el hombre comenzó a serlo cuando se soltó a hablar, y con el habla a trasmitir sus pensamientos y sentimientos. Cuando el hombre trasmite bien sus pensamientos y sentimientos sabemos que piensa y siente, es decir, es hombre.