OPINIóN
Actualizado 29/05/2014
Agustín Domingo Moratalla

Según los últimos sondeos, la mayor parte de los ciudadanos que tienen ahora entre 18 y 24 años aún no tienen claro su voto el próximo domingo. Esta generación que vota por primera vez en las elecciones europeas no sólo muestra su indecisión en las encuestas sino que muestra sin recato su voluntad de abstenerse, como si la nueva Europa que les estamos construyendo no fuera con ellos.
Eso sí, se trata de la generación que mejor conoce los aeropuertos y las zonas de la movida de las grandes ciudades europeas. Es la generación que mayor rendimiento ha sacado a las becas Erasmus y que se mueve por Europa con la misma facilidad con la que sus padres se movían por los pueblos de su comarca. Resulta curioso comprobar cómo se están aprovechando de los esfuerzos de generaciones anteriores para conocer Europa como la palma de la mano y luego no quieren implicarse en los procesos electorales. Algo ha fallado en nuestra educación cuando no hemos conseguido despertarles el entusiasmo por la historia de las instituciones europeas, por una vid
a parlamentaria de grandes dimensiones y por un horizonte geopolítico europeísta cada vez más urgente y necesario.
 
Se creen que el proyecto europeo es un mecanismo automático que funciona solo, sin pilas y sin necesidad de darle cuerda. Se creen que siempre ha existido esta unión monetaria, que la tarjeta sanitaria que les permite moverse ha salido de la nada, que las garantías que tienen como consumidores, usuarios de servicios o ciudadanos han existido desde siempre en esta parte del planeta. Aunque más del 63% diga que no se siente interesado por Europa, todos la están usufructuando, incluso aquellos que han salido en busca de algún empleo y no tienen ni siquiera la dignidad laboral del antiguo proletariado.
 
No se trata de una generación euroescéptica porque de una u otra forma tienen cierta fe en el proyecto. Ahora bien, no se trata de una fe ciega sino frágil y vulnerable porque las instituciones europeas no han puesto en marcha la pedagogía necesaria. Será difícil que lo hagan si los padres y maestros nos desentendemos de los procesos electorales que nos permiten participar de alguna forma. Aunque haya poco tiempo para deliberar y argumentar sobre programas, personas y proyectos, aún tenemos tiempo para movilizar el voto y ejercer el sano deporte de la participación.
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