OPINIóN
Actualizado 29/05/2014
María García

Todas las religiones, a lo largo de la historia, han cometido crímenes, provocado guerras y sufrimientos para aplicar forzosamente su religión. Para evitar la intolerancia, intransigencia y violencia en el mundo, todos los países se han comprometido en la Carta de Naciones Unidas a fomentar el respeto universal y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos sin distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión. Pero estas buenas intenciones solo se reflejan en el papel porque se sigan cometiendo crímenes, secuestros, abusos y maltrato y no se ponen medidas contundentes para eliminarlo.

Casos como  el secuestro de las niñas nigerianas en el estado de Bono, por la milicias extremistas Boco Haram que intentan imponer un estado islámico en Nigeria nos ha hecho conocer más profundamente a un país, el más poblado de África, movido entre  injusticias, desigualdades,  violencia y pobreza, donde la impunidad de los violentos hace que la población viva entre el terror y la barbarie. Como en todos los conflictos las mujeres siguen siendo el punto de mira y rehenes perfectos en todos los conflictos. El secuestro de las niñas pone de manifiesto la intolerancia y el fanatismo religioso de los que entienden que las mujeres son objeto de propiedad, pero también del gobierno nigeriano que no puso las medidas necesarias para que esto no ocurriera a pesar de ser advertido por los propios militares nigerianos del posible ataque a la escuela. La comunidad internacional ha tardado en reaccionar para acudir a la ayuda de su rescate, es la sociedad civil la que ha reaccionado más rápidamente para exigir la liberación del infierno en el que viven las secuestradas, donde han sido violadas hasta quince veces al día y amenazas de ser degolladas sino se convierten al Islam.

También en Sudán se ha hecho público otro caso de intolerancia religiosa, esta vez, institucionalizada, violando los derechos humanos, la condena a muerte de una mujer sudanesa por haberse convertido al cristianismo, delito de apostasía del Islam.

Se está permitiendo a muchos países que, en nombre de una religión mal entendida, se sigan cometiendo crímenes contra las personas que no siguen su línea. Millones de mujeres se convierten en víctimas de estos fanáticos y son violadas, golpeadas, forzadas a mantener relaciones sexuales o casarse, unas en nombre de la religión y otras castas en nombre del honor. En muchos países impera la atmósfera del miedo. La ignorancia y la falta de respeto a los derechos humanos se convierten en violencia. No hay seguridad para las mujeres. De nada sirve seguir haciendo leyes y compromisos políticos sobre los derechos humanos si luego no se exige su cumplimiento.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Intolerancia religiosa contra las mujeres