OPINIóN
Actualizado 29/05/2014
Toño Blázquez

Decía la vieja cantaora jerezana "Tía Anica La Piriñaca" que le sabía la boca a sangre cuando cantaba. Extraña percepción sensorial. El flamenco tiene como un sopetón de cristal roto cuando te ataca en vena. Como cuando Juan Moneo "El Torta" te duchaba con una soleá de bendición. Admirable, indescriptible. O Farina con un fandango. O Camarón por tangos; van desapareciendo también los flamencos de ley y orden. El 31 de diciembre pasado fue una Nochevieja jodida para el arte. Se murió "El Torta", un genio. De esto abunda en el arte flamenco, podía citar un puñao. Gentes de vida errante y descolocada, de vida insustancial e insípida, redimidos solo por la oscura y ancestral magia del cante, como Fernando Terremoto, otro que tal bailó y que a mí me devuelve Youtube y me pasmo escuchándolo, una dos,  tres veces?hasta que se me peta el ordenador.

 En Salamanca no es muy larga la afición pero hay un manojo de buenos entendedores y sensibles  a lo jondo. Lo demuestra los buenos oficios didácticos de Juan José Seguín, flamencólogo de cabecera de El Ateneo que cada dos por tres nos lleva por ese universo popular tan peculiar y extraordinario. Hoy, jueves, sin ir más lejos nos hablará a partir de las ocho y media de los cantes de ida y vuelta con audiovisual entretenido.

Y el próximo jueves está presente en Ateneo Flamenco nuestra leyenda más fresca: Paco de Lucía, de cuya presencia artística escribió el poeta Félix Grande: "para mostrar cuanto de memoria y naufragio habita en el flamenco no hay en el mundo manos más opulentas que las de Paco de Lucía".  Oído: atentos flamencos y adoradores al Ateneo.

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