LAS VILLAS
Actualizado 27/05/2014
Daniel Hernández

VILLORUELA | El quiosco de la señora Maria, el frontón de una pared con dos caras y el baile en la plaza girando en círculo

 

Parece que con la edad afloran con más intensidad los recuerdos de tu niñez y adolescencia. La memoria se vuelve franca cuando se trata de vivencias personales, en las que a pesar de haber transcurrido mucho tiempo, las imágenes en torno a ellas se plasmaron y grabaron en tu mente como con un cincel y muchas de ellas son imborrables y siguen ahí, indelebles y casi eternas y a veces aderezadas con olores y sabores que permanecen en tu paladar.

Recuerdo el quiosco de la señora Maria, muy cerca de la plaza. Vendía bolas de anís y cacahuetes, había que entrar por un pasillo estrecho y de tierra y al final estaba la señora Maria, siempre vestida de negro, contando las perras y las bolas y los cacahuetes a cambio.-Cuántas perras nos gastamos en casa de la señora María- Había competencia, porque la señora Melchora, en lo que hoy es El palomar, tenía otro quiosco donde también vendía pipas de girasol y pipas de calabaza. Con una peseta bien gastada y bien administrada tenías para toda la tarde del domingo.

Recuerdo en medio de la plaza el frontón de una sola pared con dos caras. En la de abajo donde el suelo de tierra (antes de echar el cemento) era más llano, jugaban los mayores. La cara del norte donde jugaba la chiquillería tenía en la pared tantos agujeros como en el suelo donde todo eran socavones típicos de la época. Por allí

pasaban los carros tirados por bueyes o mulas y las roderas y las huellas de las pezuñas no permitían que la pelota votara bien una sola vez cuando jugábamos al voto. Pero no nos quejábamos porque no conocíamos otra cosa mejor. Había mucha afición a la pelota. En las fiestas del Cristo se jugaban buenos partidos y la afluencia de público era impresionante,

Recuerdo que en esta misma plaza todos los domingos se preparaba el baile, en medio, haciendo un corro, se colocaban los músicos, El Sr, Dionisio, El Sr. Guillermo, pasodobles y boleros, las parejas que bailaban lo hacían alrededor de ellos y todas llevaban la dirección de las agujas del reloj. El suelo de tierra tenía que soportar el arrastre de los pies al ritmo de pasodoble y esto provocaba una nube polvorienta que se elevaba por encima de las cabezas. Acompañando a los músicos se apiñaban los mozos ojeadores y menos atrevidos, las mozas bailaban todas, no así los mozos que aguantaban de pie una oportunidad. Fuera, formando arcos humanos y cada una con su silla se colocaban las madres o tías controladoras, velando por la moral de sus correspondientes hijas o sobrinas.

Recuerdo, ahora los jóvenes no se lo creen, pero es rigurosamente cierto y doy fe de ello, que al oscurecer, sonaba una campana a oración  y de inmediato se disolvía el baile, se separaban las parejas improvisadas no así las comprometidas y mucha gente se dirigía a la iglesia a rezar una oración.

 

José González Sánchez

 

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