OPINIóN
Actualizado 25/05/2014
Paco Blanco Prieto

La abyección de los politiqueros oculta la sincera vocación de los políticos, y el engaño de los electoreros ensombrece la dignidad de tan noble oficio.

Se celebran hoy elecciones a la mayor canonjía política que imaginarse pueda, conocida oficialmente con el eufemístico nombre de Parlamento Europeo, en medio de una gran depresión del espíritu público, sin que los ciudadanos sepan realmente el trabajo, sueldo, dietas, viajes y privilegios de los representantes europeos que van a ser elegidos, porque si supieran la letra pequeña de sus prebendas y el escaso empeño que la mayoría ponen en el oficio, romperían las urnas a garrotazos.

Pero no sucederá esto, porque es más antidemocrática la rebelión del pueblo que los abusos de guante blanco del poder, aunque la primera no pase de gritos y pedradas y el segundo arruine familias, aumente el paro, vacíe aulas, multiplique la hambruna y convierta en morgues las listas de espera de los hospitales.

El ambicioso proyecto de Europa, sus nobles intenciones, los apoyos solidarios en sus actuaciones y sus compromisos con el bienestar común, se están diluyendo en el tiempo y alejando de los ciudadanos, que no alcanzan mejor vida, ni más paz social, ni mejor empleo, ni más salario, ni más protección laboral, ni más prosperidad, sino todo lo contrario.

La abyección de los politiqueros oculta la sincera vocación política de una minoría y está rozando el subsuelo de la ética. El compromiso electoral no va más allá del escrutinio de las urnas. La carrera política personal se disfraza de interés común. El servicio público se traduce en beneficio personal. Y el abuso de poder se justifica con valores democráticos tan predicados como ignorados por la taifa de electoreros que ensombrece la dignidad del noble oficio político.

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