OPINIóN
Actualizado 24/05/2014
José Ramón Serrano Piedecasas

Una vez más los ciudadanos asistimos aburridos, indignados y atónitos al circo mediático montado en torno a la elección de los diputados del Parlamento Europeo y al próximo Presidente de la Comisión Europea. Debates pactados, tiempos medidos y empleados en el consabido "¡y tú más¡". Es decir, más machista, más corrupto, más inepto. Un marciano opinaría al ver como debaten ellos y sus periodistas lacayos, que se odian a muerte. "Sin la menor duda, diría, ocupan ambos trincheras enfrentadas" Nada que ver con la realidad. Ellos saben que más o menos cada ocho años se pasan el testigo. La pelea se reduce entonces a achicar ese tiempo del contrario en un único mandato. En suma, cuatro años más o cuatro años menos de poltrona en la Moncloa. Poder, dinero, cuchipandas, puestos en consejos de administración...."París bien vale una misa" decía Enrique IV de Francia. A sus ojos, valía tanto esa ciudad, esa nación.... que dejó de ser protestante y se convirtió al catolicismo en un plis-plas.  Hizo un mal negocio. La historia es así. Un protestante fanático lo acuchilló por renegado (al final de su vida). A lo que íbamos, nuestros políticos tradicionales se tiran los trastos a la cabeza. Unos con corbata y otros sin ella. Qué Rouco por aquí o Rouco por allá, qué aborto por aquí o aborto por allá, qué Cerolo por aquí o Cerolo por allá. ¿Saben la verdad verdad?: es que a unos y otros esas "menudencias" les resbalan. Incluso y al final, el tema de las nacionalidades les resbala. En tiempos de nuestro insigne Caudillo, cuando la calle se encrespaba, sacaba a relucir, indefectiblemente. al Peñón de Gibraltar y la pérfida Albión. Hoy se saca a los más arriba nombrados, a los twiteros, a los que promueven escraches o se llevan un carro de comida para repartir entre cuatro menesterosos. Cualquier cosa sirve para no hablar de lo que hay que hablar. Para no mencionar las causas de tanto paro, de tanta miseria y de tanta injusticia social. Ellos. unos y otros, son lo mismo. Están asustados. ¡La calle les asusta¡ Felipe González les lanza un piropo, Cañete, el superdotado varón, retruca. "¡Sí, sí  somos hermanos¡" En efecto, unos y otros tiene los mismos amos. 

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