Gracias a Dios la campaña electoral, para elegir los diputados al Parlamento Europeo, está próxima a terminar. Parece que lo básico para intentar ganar las elecciones es el hacer ver el desastre que supone votar a los contrarios.
En los primeros pasos para hacer la UE se tenían las ideas bastante claras; en los años cincuenta, después de las atrocidades sufridas por Europa en la década anterior, se pusieron las bases sobre una serie de valores y principios que debían servir de guía para lograr la Unión. Se hizo en un marco histórico muy concreto y junto a los acuerdos económicos firmados en Roma, había un propósito común para desterrar el fanatismo nacionalista causante de la tragedia pasada.
Los fundadores de la UE partían de unos valores de humanismo cristiano, indispensable referente a nuestra civilización europea.
No es extraño que pronostiquen para el próximo domingo, día 25, el que el 60% de los españoles ni se acerquen a las urnas. Son muchas las opciones que se pueden votar, pero son muy pocos los políticos que se han molestado en explicar y ofrecer soluciones a los problemas que nos afligen a nivel comunitario.
Sobre temas elementales de las cuatro libertades básicas de la UE, estoy seguro que, incluso, hay muchos candidatos a ese Parlamento Europeo que las desconocen y así hemos podido escuchar la cantidad de sandeces y disparates que se han dicho y la demagogia empleada en mítines y tertulias.
Es necesario continuar con la construcción europea pero sin apartarnos de los VALORES Y PRINCIPIOS que nos marcaron sus fundadores en los años cincuenta, sin ellos no se sabe ni donde se está ni donde hay que ir.