OPINIóN
Actualizado 18/05/2014
Raúl Vacas

El Tormes se ha colado en la mirada

y canta coplas a los chopos viejos

que cansados del frío y de la lluvia

perfuman la ribera de nostalgia.

Como si fuera nieve el polen blanco

de las flores roza la luz del agua,

y entretiene a los juncos y los patos

y muere entre las sábanas tendidas.

Se oye temblar al viento de la tarde

y un rumor de elefantes y de armas

cruza despacio hasta el Humilladero

donde los niños ladran a la muerte.

Hoy no es lunes pero se oye al fondo

el alboroto de mujeres tristes

que regresan en barca a sus labores

y se lavan el pelo con cerveza.

Muy lejos del amor canta una rana

verde sobre una calavera fría

y en los tejados de las altas torres

se oye chillar de amor a los vencejos.

El cielo golpeado, con las nubes

moradas, rememora el calor

de la tormenta de las noches últimas

y despide con frío a las urracas.

Y en el agua tiritan los paisajes

y se moja los pies la catedral

y se mira coqueta en el espejo

de agua. Sueñan las carpas de oro

con el humo, con las bellotas rojas,

dulces, en los cabellos de la encina.

Y el Lazarillo ronca recostado

junto al toro de piedra, silencioso.

Y el ciego que abusó, tal vez, del vino

sueña despierto con la primavera.

Todo está en paz. Las horas, los recuerdos,

la soledad del río con su piel

de nailon. Ya se durmió el horizonte,

dejo en la orilla seca un par de lágrimas.

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