OPINIóN
Actualizado 18/05/2014
José Román Flecha
La Revolución Francesa aireó los tres lemas de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Andando los tiempos, la apalabra "solidaridad" parece haber venido a sustituir el lema de la fraternidad. Y no es extraño. Es imposible afirmar la fraternidad universal cuando no se admite la paternidad de Dios.
Ahora bien,  en contra de lo que se suele pensar, la solidaridad no puede limitarse solamente a asegurar a todos los habitantes de la tierra la comida o el agua. Hay otros bienes que hat que promover, para que tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno, como ya escribía Juan XXIII.
Entre esos bienes están la educación, el acceso al cuidado de la salud y a un trabajo libre, creativo, participativo y solidario, dotado de un salario justo. Así lo ha escrito el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio, publicada en la fiesta de Cristo Rey del año 2013, justo en la conclusión del Año de la Fe(EG 192). 

UN SITIO EN EL CORAZÓN DE DIOS 

En este contexto, evoca el Papa Francisco algunos de los textos bíblicos que nos exhortan a escuchar el clamor de los pobres, como Dn 4,24 y 1Pe 4,8; Ga 2, 10 (EG 193-195). Además, despliega ante nuestros ojos la vergonzosa alienación que produce en nuestra sociedad el ansia desmesurada y compulsiva de consumo (EG 196).
Y nos recuerda, sobre todo, que "el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre". De hecho, el día que lo presentaron en el Templo, pagaron por él la ofrenda de los pobres (cf. Lc 2,24). Y, al comienzo de su ministerio público, él mismo dijo en la sinagoga de Nazaret que venía a  anunciar el Evangelio a los pobres (Lc 4,18).(EG 197).
Por ello puede repetir el Papa una frase que en pocos meses ha hecho famosa: "Quiero una iglesia pobre para los pobres" (EG 198). Ese deseo, ya había sido expresado el año 1962, en la primera sesión del Concilio Vaticano II. Sin embargo, resuena ahora como una exhortación profética, dirigida a todos los creyentes y también a los no creyentes. 

ATENCIÓN AL OTRO

Es cierto que todos nos movemos mucho, también por lo que se refiere a la promoción de la justicia en el mundo. Pero no es eso lo que el Señor espera de nosotros. El Papa nos dice que "nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro, considerándolo como uno consigo" (EG 199).
Eso es lo que se espera de nuestras comunidades. Junto al pan hay que entregar a los pobres el evangelio del Señor.  Quiere el Papa recordarnos que "la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual" (EG 200).
Esa llamada a atención integral a los pobres nos implica a todos, de una forma o de otra. Tras referirse a las comunidades cristianas, el Papa se refiere a otros ambientes, académicos, empresariales, profesionales y hasta eclesiales, en los que con frecuencia se oye como excusa la necesidad de prestar atención a otros asuntos (EG 201).
A la luz de esta exigencia de atender a los pobres, es preciso revisar los planes asistenciales, las fuerzas del mercado, las tendencias del mundo de las finanzas,  los proyectos políticos y los juicios y prioridades de los economistas (EG 202-206).
Resulta impresionante el párrafo en el que el Papa nos dice que si una comunidad pretende subsistir sin ocuparse de que los pobres vivan con dignidad, "terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos" (EG 207).
Con razón se imagina el Papa que sus palabras queden en el vacío "sin una verdadera incidencia práctica" (EG 201), como si nacieran de algún interés personal o de una ideología política (EG 208).
Dejemos que el Espíritu mueva los corazones de todos para que recibamos su soplo de amor y de verdad.
 

LECTIO DIVINA- 5ºDOMINGO DE PASCUA-A

 
Hch 6,1-7
En aquel tiempo, como el número de los creyentes iba aumentando, los de habla griega comenzaron a quejarse de los de habla hebrea, diciendo que las viudas griegas no eran bien atendidas en la distribución diaria de auxilios. Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes y les dijeron: "No está bien que nosotros dejemos de anunciar el mensaje de Dios para dedicarnos a la administración. Por eso, hermanos, buscad entre vosotros siete hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos. Nosotros seguiremos orando y proclamando el mensaje de Dios". Todos estuvieron de acuerdo, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, uno de Ant
ioquía que antes se había convertido al judaísmo. Luego los presentaron a los apóstoles, que oraron y les impusieron las manos. El mensaje de Dios iba extendiéndose, y el número de los creyentes aumentaba mucho en Jerusalén. Incluso muchos sacerdotes judíos aceptaban la fe.
1 Pe 2,4-9
Acercaos, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres despreciaron, pero que para Dios es piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de vosotros, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios. Por eso dice la Escritura: "Yo pongo en Sión una piedra que es la piedra principal, escogida y muy valiosa; quien confía en ella no quedará defraudado". Para vosotros, los creyentes, esa piedra es de mucho valor; en cambio, para los que no creen se cumple lo que dice la Escritura: "La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal". Y también esto otro: "Una roca, una piedra en la cual tropezarán", pues ellos tropiezan al no hacer caso del mensaje; tal es su destino. Pero vosotros sois una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, destinado a anunciar las obras maravillosas de Dios, que os llamó a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa.
Jn 14,1-12
En aquel tiempo dijo Jesús: "No os angustiéis: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y después de ir y prepararos un lugar, vendré otra vez para llevaros conmigo, para que vosotros también estéis donde yo voy a estar. Ya sabéis el camino que lleva a donde yo voy". Tomás dijo a Jesús: "Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo vamos a saber el camino?". Jesús le contestó: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo". Felipe le dijo entonces: "Señor, déjanos ver al Padre y con eso nos basta". Jesús le contestó: "Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y todavía no me conoces? El que me ve a mí ve al Padre: ¿por qué me pides que os deje ver al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las cosas que yo os digo no las digo por mi propia cuenta. El Padre, que vive en mí, es el que hace su propia obra. Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí; si no, creed al menos por las propias obras. Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy al Padre".
  
Preparación: Recordamos con gusto los versos de León Felipe: "Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol? y un camino virgen Dios".
 
Lectura: La primera lectura nos recuerda la elección de los diáconos, hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que se encargaran  de la atención a los hermanos más necesitados. En el evangelio se recogen algunas palabras de Jesús que el evangelio de Juan sitúa en el marco de la última cena. A una perplejidad del apóstol Tomas, el Señor responde con una frase que resume su identidad y su misión: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo". 
 
Meditación: No podemos ignorar la palabra de Jesús: "Yo soy el camino". Antes de él estábamos lejos, éramos esclavos y vivíamos en el exilio. Si no lo buscamos, viviremos en la oscuridad. Con él vamos descubriendo el rostro de Dios y lo que de verdad significa ser humanos. Si no lo seguimos, andaremos perdidos por el desierto. En él se nos revela la vocación a la felicidad, el sentido de la cruz y la promesa de la resurrección. Si no decidimos permanecer en él, se nos morirá de nostalgia la esperanza. Siguiendo el camino de Jesucristo descubriremos la honda verdad de la vida.
 
Oración: Señor Jesús, queremos poner nuestros pies sobre los tuyos. Sustenta nuestras pisadas en ti mismo, para que podamos llegar contigo a la meta que tú nos has prometido. Amén. 
 
Contemplación: Fray Luis de León viene hoy en ayuda de nuestra contemplación. En su libro Los nombres de Cristo expone también el de "Camino". Según él, Cristo es el camino del cielo porque hemos de poner las pisadas donde él las puso y hemos de poner nuestros pies sobre los suyos. Así lo hacen las madres con sus hijos: "Teniendo con sus manos las dos de sus niños, hacen que sobre sus pies de ellas pongan ellos sus pies, y así los van allegando a sí y los abrazan y son juntamente su suelo y su guía". Eso es Jesús para los que creen en el: ¡Su suelo y su guía!
 
Acción: Hoy podemos preguntarnos en qué momentos de nuestra vida hemos sentido especialmente la alegría de seguir el camino de Jesucristo.
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