OPINIóN
Actualizado 15/05/2014
Agustín Domingo Moratalla
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Quienes hayan seguido la serieCuéntame habrán podido comprobar que después de cada capítulo se nos ofrece un programa titulado Ochéntame otra vez. Programa para nostálgicos donde los protagonistas de aquellos años hacen memoria social, cultural, política o musical de aquella época. Una época en la que llegó a triunfar una canción que llevaba por título "Las chicas son guerreras". Se mantuvo varios meses entre los discos más vendidos y formó parte de lo que se llamó  "la movida". Con independencia de que los colectivos feministas no la vieran con buenos ojos, la canción se popularizó y vulgarizó de tal manera que cuando nos encontramos con un grupo profesional femenino que plantea con insistencia sus reivindicaciones corporativas les aplicamos con facilidad el estribillo de la susodicha canción.
 
Debates feministas al margen, el colectivo al q
ue quiero recordar hoy es al de las matronas. La razón es bien sencilla, dentro de unos días la ciudad de Valencia asistirá perpleja a una invasión de este colectivo de profesionales. La próxima semana se celebrará en Valencia el XVII Congreso Nacional de Matronas y la ciudad debe estar preparada para ello. Han confirmado su asistencia más de 350 matronas de toda España y les puedo asegurar que los varones que hemos sido invitados por una u otra razón tendremos la gozosa conciencia de participar como minoría absoluta.
 
Este colectivo se encuentra ante una encrucijada profesional importante marcada por una historia profesional intensa dentro de la enfermería, los nuevos desafíos del trabajo hospitalario interdisciplinar y, sobre todo, por una vocación educativa con una proyección social incuestionable. Ahora bien, esta encrucijada profesional no se resuelve funcionalizando o arrinconando a estas trabajadoras dentro de equipos que funcionan con protocolos que burocratizan la atención sanitaria y garantizan el éxito de las operaciones sin mirarle los ojos al paciente.
 
En esta encrucijada desempeña un papel importante la Bioética del Cuidado, una tradición de ética profesional que debe mucho a la ética de la enfermería en general y, a la ética de las matronas en particular. Cuidar no sólo es atender, acompañar y dialogar, también es vigilar y enseñar a mantenerse despiertos ante una salud que se nos va de las manos sin darnos cuenta. Esto lo sabían muy bien los discípulos de Sócrates, aquel hijo de partera mediterránea con el que arranó el pensamiento occidental, su profesión consistía en hacer lo mismo que su madre, ayudar a dar a luz las ideas.
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