OPINIóN
Actualizado 14/05/2014
Emilio Pérez

No es solo un asesinato, reprobable, absolutamente condenable y aberrante. Es un síntoma.

La venganza, el rencor, el sentimiento de lo injusto, la desproporción en las desigualdades sociales, no son buenas consejeras a la hora de tomar decisiones ni justifican el desahogo que precisa la rabia ante la prepotencia, indiferencia y desprecio que algunos representantes políticos han manifestado y manifiestan ante las necesidades personales de la ciudadanía.

Quiero decir con esto, que el asesinato no es la solución.

Pero tampoco podemos ser ajenos, sin que se entienda en mis palabras ninguna justificación ante hechos tan terribles, a la gran cantidad de personas que están viviendo en la más absoluta exclusión social.

Ciudadanos y ciudadanas sin ingresos, pobres, sin perspectivas de trabajo, sin futuro cierto para los propios y los suyos mientras existen y convivimos con otros y otras, que deciden, que reparten, que dirigen, que gobiernan, que gestionan los interés públicos, que confabulan en negocias y prebendas, que continúan enriqueciéndose, que continúan percibiendo beneficios sin que se les reconozca ni se les vea el más mínimo de interés por las necesidades de los demás.

La paz social corre peligro, la rebeldía social se hace cada vez más latente, el inconformismo ante la desgracia y la necesidad permanente de muchas familias no puede continuar siendo ajena ni despreciada por quienes tienen el control económico y laboral tomando decisiones en las administraciones públicas, en los gobiernos mientras gestionan nuestros impuestos y siguen malgastando nuestras contribuciones, en la mayoría de los casos sin que se les vea la intención de tomar decisiones que hagan que las cosas cambien para quienes más lo están necesitando y más están sufriendo ya desde hace varios años.

La Democracia va mucho más allá del simple acto de ejercer el derecho al voto.

La Democracia tiene que servir para hacer un reparto más justo de la riqueza, para hacer más solidario a un país para con sus paisanos

La Democracia debe ser la garantía del cumplimiento de la Constitución en cada uno de sus artículos y en cada uno de los derechos y las obligaciones que promulga.

La Democracia debe garantizar la justicia y el equilibrio económico, laboral y de las garantías sociales que hagan que la convivencia sea aceptable y libre sin sometimientos, sin atisbos de esclavitud, sin menosprecios ante quienes la sostienen y la defienden, que no son los representantes políticos en sus discursos, si no que son los ciudadanos y ciudadanos que cada día la respetan, la cumplen y la reclaman.

Debemos pararnos a pensar y valorar las consecuencias de las grietas y debilidades de la gestión de nuestro sistema democrático.

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