OPINIóN
Actualizado 14/05/2014
José Luis Sánchez

Durante mucho tiempo, hemos observado las instituciones europeas como algo lejano. Una administración complicada, poco definida y a la que los políticos nacionales parecían no darle mucha importancia, no debía suponer quebraderos de cabeza para los habitantes de una pequeña capital de provincias, tranquila en su devenir cotidiano, sin grandes aspiraciones y por tanto sin grandes problemas. La Unión Europea existía y gracias a ella Salamanca se impulsaba culturalmente, llegaba dinero a la ciudad  y eran los que se planteaban quién gobernaba allí arriba, ni qué intereses tenían.

La crisis ha cambiado todo, la ciudadanía ha aprendido a base de golpes y sacrificios que lo que allí se decide afecta directamente a todos. La bravuconada del PP de que cuando gobernase derogaría la prohibición de fumar en bares no lo ha hecho y no porque no quiera, sino porque es mandato de Europa. La reforma de la Sacrosanta Constitución española también venía de arriba y el recorte y cambio del sistema de pensiones no solo es un mandato sino que, directamente, se copia el modelo que aplican en Alemania.

Debemos ser conscientes de que el ochenta por ciento de las leyes aprobadas en España, desde el Congreso de los Diputados hasta el ayuntamiento más pequeño, se plantean  partiendo de un marco general europeo, o son adaptaciones a una reglamentación comunitaria. Este dato resulta muy gráfico para llegar a comprender la importancia que tiene la elección de nuestros representantes en Bruselas.

Si tenemos en cuenta que la provincia de Salamanca es principalmente agrícola y por tanto depende de la PAC (Política Agraria Común), que la zona fronteriza, especialmente el Abadengo y el Campo de Camaces, todavía se consideran zonas deprimidas y por debajo de la media del desarrollo de la Unión, requiriendo por ello de los Fondos de Integración Europeos, podemos  darnos cuenta de la importancia que la política europea tiene en nuestro día a día.

 La ciudad de Salamanca, debido a sus características concretas, también se muestra especialmente sensible a esas decisiones. La capital charra es una de las ciudades más envejecidas de la zona Euro  y por tanto una de las ciudades que más va a necesitar que se fortalezcan políticas sociales, como las  revalorización de las pensiones, el incentivo a la natalidad, estímulos para crear trabajo juvenil y evitar así la despoblación?Medidas que requieren que se vuelva a una Europa Social y de Izquierdas, comprometida con la defensa de los  ciudadanos y no de los mercados.

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