Si algún día llega a las calles de Salamanca la señalización turística, les pediría a los responsables que pusieran especial atención a una de las zonas más hermosas de Salamanca, con una vista increíble del Alto Soto de Torres. Arranca a las puertas de San Esteban para llevar la vista a un lado y al otro, al norte y al sur, y a extasiarse al atardecer. En este lugar hay que detener el tiempo, mirarlo todo con los ojos de la admiración y disfrutar de un entorno embrujador, lleno de apacibilidad. El sol se refleja en las piedras a la caída de la tarde y la acertada iluminación embellece y engalana tanta riqueza; hay que mirar a la piedra, al ciprés, a la luz de las farolas, o a los edificios que se adivinan hacia el norte, por la Gran Vía, como diciéndonos que existe otra ciudad, moderna, fuera de nuestra inigualable monumentalidad.
Después, la obligada visita a los Dominicos donde habitaron frailes preclaros, teólogos, juristas; aquí nació el Derecho de Gentes, y sus estancias acogieron a Francisco de Vitoria, a Teresa de Jesús, a Cristóbal Colón en busca de ayuda para sus viajes, trascendiendo su conjunto a lo meramente arquitectónico para convertirse en importante centro de acontecimientos político-religiosos. Se hace necesario visitar la sacristía y la sala capitular, dos obras que por sí solas bastarían para obligarnos a entrar.
Es un conjunto grandioso con el atrio, la logia, el templo, la mirada al cielo y ese inenarrable embrujo a la caída de la tarde que ya hemos comentado. San Esteban es una joya del gótico-plateresco cuyos trabajos comenzaron en 1524. Destacan en todo el conjunto, la fachada protegida por un impresionante arco de medio punto, retranqueada para su protección, y que supone uno de los más representativos ejemplos del estilo plateresco?Y en su interior la sorpresa de encontrarte con tres claustros: el de los Aljibes, la llamada galería de la Enfermería, con los luceros de los Fonseca, y el claustro de los Reyes, en dos plantas, con el doble de arcos en la superior, en forma semicircular y totalmente diáfanos. Ambas plantas se comunican por la escalera de Soto, una maravilla realizada por Gil de Hontañón.