Se supone que estamos en campaña electoral y se nos repite que están en juego asuntos de relevancia. En ningún momento uno lo ha dudado. Sí se tienen indicios para sospechar que el voto se está preparando en clave interna. En algunos casos con razón, en otros quizás con menos. En muchos con escepticismo y hasta con airado distanciamiento.
No es de extrañar que en las escasas ocasiones en que estas democracias nuestras se otorga capacidad de decisión y una cierta apariencia de control a la generalidad de los mortales, éstos aprovechen para pasar cuentas a sus representantes, atendiendo a la coyuntura cercana y con escasa distinción de qué se está votando en concreto. Lo cual tampoco es raro, porque hasta los propios partidos parecen propiciar esta actitud: la apariencia es que pretenden medir sus fuerzas como ensayo de lo que pueda ocurrir en unas próximas elecciones, aquellas en las que se van a discutir gobiernos nacionales y en las que verdaderamente se corte el bacalao.
En estas particulares circunstancias uno no puede dejar reconocer su aversión a mítines y demás reuniones de entregados de antemano, por eso es posible que se me hayan pasado revelaciones extraordinarias o promesas verdaderamente tentadoras. Siento en este asunto hablar de oídas, y confieso que me gustaría mucho equivocarme, pero me temo que se están repitiendo en estas semanas las consignas de cortos vuelos, el debate inexistente y las controversias artificiales basadas en el profundo argumento del "y tú más". La vocación académica de reflexionar y discutir de manera constructiva me mantiene alejado por instinto de estas supuestas sesudas intervenciones y cuando se me cuelan por la radio, el movimiento reflejo es pasarme a Radio Clásica, por el simple motivo de que Beethoven raras veces me decepciona.
En estas me veo en la incómoda posición de fiarme de testimonios de referencia, con la inseguridad que esto conlleva. Pero aún así se mantiene incólume mi interés por este continente que habitamos y me atrevo a dudar si la pleitesía acrítica hacia lo que dice el candidato de turno, impide o no ver más allá hacia esos asuntos de relevancia a los que me refería al principio y cuya resolución muy probablemente nos vendrá dada casi como en el Festival de Eurovisión: en parte por los jurados de "entendidos" y en parte por las comparsas atraídas por quien llame más la atención.
En definitiva, a lo que iba: ¿afirmaría usted que se han formulado propuestas concretas acerca de esa cuestión obstinada y tan pocas veces atentida sobre la profundidad y la amplitud de lo que llevamos siglos llamando Europa? Es una pregunta abierta, ya he dicho que no he estado metido en campaña y no tengo respuesta fundada. Sé que se discute sobre la Europa social o la Europa de los recortes, lo cual no es poco. Pero ¿tenemos clara la decisión sobre cuánta Europa queremos?
Cuando la propia colectividad no tiene del todo claro cuánta España deseamos, dudo mucho que haya claridad sobre la cuestión consecutiva de hasta donde pretendemos construir Europa y si de verdad nos creemos que para ser alguien en el mundo globalizado es imprescindible ceder competencias de manera ordenada y equilibrada, sin dominios nacionales, ni imposiciones imperialistas, pero con impulsos e intereses concertados, y no al rebufo de lo que nos mande la Merkel de turno.
Se admiten propuestas. Se admiten apuestas.