Dejaré tu cuerpo libre de caricias y sospechas, seguro de que nunca, ni la noche en que abordé tu sexo, te amé como querías.
Me olvidaré de ti contando los segundos que separan al trueno del relámpago. Te anunciaré en un post-it que jamás volveré en cinco minutos, que fuiste una ilusión de escaparate, un capricho de un día y una noche, la víctima inocente de la palabra adiós, tan luminosa y fría.
Tal vez tú ?más irreal entonces? aguardarás sentada en un poema empezado a que vuelva a enredarme en tu mirada oscura, o a que el tiempo te explique la verdad sobre el amor, o sobre el miedo que alumbra el interior de una lágrima.
No negaré tu amor. Tampoco el envoltorio de tu cuerpo, pero te juzgaré en mis sueños por error u omisión, o porque nunca aprenderé a dormir con la conciencia libre de ilusiones. Y te odiaré. Mejor aún, te olvidaré a escondidas por temor al llanto, por remover la tierra donde abandoné mis huesos y mis dedos, por exhumar mi cuerpo y mi pasado, convencida de ser mi víctima y verdugo.
No lloraré jamás. Editaré mis besos en la piel de otra mujer que me prometa una felicidad diáfana. Le contaré a los muertos y a los vagabundos que el amor no existe más allá del recuerdo, que la noche no admite más preguntas, que el alcohol es el nido del que conoció el fracaso, que me entregué a la noche sin pactar las normas y perdí y que el amor, aún derrotado, es más fuerte que el tiempo.
Y te hablaré de la casualidad y el odio. Del amor contagiado en cada beso y de la luna cuajada. Pero no de ti, ni del mar de las sábanas donde lamí tu nombre. Tampoco te diré que el mundo es el refugio de los indolentes. Ni te hablaré en secreto de tu olor a uvas, o de tu alegre saliva, o de tus dientes.
Todas las noches de todos los días, cuando el amor ocupe tu mirada y sepas que me fui por celos, recordarás que el beso tiene muchas acepciones. Que el rencor es la mierda de uno mismo. Que nadie, salvo tu respiración, sabrá que sigues viva. Que nunca te advertí del odio. Que esto que escribo es sólo una mentira, sólo un fuel de palabras, un volcán apagado, un neceser vacío.
(A todos los que alguna vez sintieron el amor terrenal, con manzana y pecado incluidos)