Comenzó la campaña electoral, esta vez tenemos que elegir a los políticos que nos representarán en esta Europa que nos analiza, dirige, y nos exprime.
Durante quince días nos van a bombardear con promesas de unos, críticas de los otros y reproches del resto. Nos dirán: "vamos a hacer", "los otros no hicieron", "con nosotros iréis mejor" "con aquellos nos hundiremos" "el voto para mí, no votéis al resto".
Todas las campañas son iguales: unas caravanas que se desplazan, de ciudad en ciudad, en apoyo del candidato de turno y que reúnen en distintos espacios a afiliados y simpatizantes, provistos de banderas, gorras, camisetas y todo el merchandaising creado por los jefes de campaña, con los colores y las siglas del partido correspondiente, para jalear y aplaudir a cada orador que pase por la tribuna; y en el que lo único importante es la frase que se dirá cuando conecten en directo las televisiones, además de la elección de la comparsa que estará detrás para un mejor lucimiento del que habla.
¿Para qué tanta campaña, tanto gasto y tanto despilfarro? Si ya sabemos que las promesas que se hacen son para no cumplirlas, y los programas presentados, para olvidarlos cuando obtienen los resultados.
Y así pretenden motivar al electorado para que acuda a las urnas, cuando la motivación vendría por pensar antes en el pueblo que en sus propios intereses, en echar directamente a los corruptos y exigirles la dimisión inmediata; en tener claras las cuentas de los partidos y que estos se financiaran con sus propios medios; en no hacer favores a los amigos, en ser ante todo honestos y defender y cumplir aquellas promesas que hacen cuando necesitan el voto, y que olvidan cuando los han votado.
Eso es lo que motivaría a llenar las URNAS.