OPINIóN
Actualizado 09/05/2014
Marta Ferreira

Cuando los abogados prometemos o juramos actuar éticamente al iniciarnos en nuestra profesión, nos comprometemos a respetar un código deontológico, que habrá de estar presente siempre en nuestras actuaciones y manera de obrar. Evidentemente no es patrimonio exclusivo de nuestra profesión, sino que está  presente en muchas otras: la medicina, el periodismo? Un código deontológico viene a ser un documento que contiene unos criterios que sirven como mecanismo de autorregulación  para que una comunidad profesional fije sus propios límites con el fin de mantener unos niveles de competencia y calidad.

Que existan estos códigos no significa que todo el mundo los cumpla ni de que en muchas ocasiones  de su incumplimiento se deriven sanciones. Cada profesión arbitra un sistema, que todos tratamos que sea lo más eficiente posible, a través de colegios profesionales, para vigilar su cumplimiento. En cualquier caso, es uno mismo, en su quehacer diario y en el modo en que desempeña su labor, el que debe guiarse por el mismo y procurar no traspasar límites.

Desde que me inicié en la profesión, y teniendo presentes los consejos que me dio mi mentor, ese código está siempre  en mi mesa del despacho y, sobre todo, grabado en mi cabeza y plasmado en mi actividad. Debo decir, y con orgullo, que la mayoría de los compañeros que conozco y con quienes comparto profesión lo tienen igual de presente que yo y es que quizá, y a pesar de los muchos errores que podamos cometer, entendemos, por estar más vinculados que ningún gremio al derecho, que hay informaciones y confidencialidades que necesariamente han de quedar en silencio mientras la verdad se esclarece.

A menudo, nos encontramos en la prensa con informaciones, en las páginas de sucesos, sobre casos que estamos llevando y es lógico que así sea? es información sobre acontecimientos que se dan a conocer al público y que, además, a la gente le parece encantar conocer. Hasta ahí ningún pero, entiendo que la labor de la prensa es dar conocimiento sobre aquellas noticias relevantes que acontecen en un lugar. El problema  viene  cuando en algunos medios de comunicación, obligados también por códigos deontológicos, que olvidan y de qué manera, se atreven a ir más allá de la información y comunicación de hechos no probados y a señalar con nombres y apellidos a supuestas víctimas y a supuestos delincuentes, sin que en ningún caso se haya probado nada. Creo no equivocarme cuando digo que, al menos en nuestro país, el respeto a la presunción de inocencia es fundamental, que se trata de un principio jurídico penal  que establece la inocencia de la persona como regla y que sólo a través de un proceso en el que se demuestre la culpabilidad de la persona podrá el Estado aplicarle una pena.

Como ciudadana y como profesional del Derecho, porque desde ambas perspectivas me preocupa y me atañe, pido una reflexión a los medios de comunicación con el fin de evitar juicios públicos que ya se han sucedido en nuestro país y cuyo resultado, como en el caso Wanninkhof, destruyeron vidas de personas inocentes. Que no se nos olvide nunca, a ninguno, que cualquiera podemos ser víctimas de acusaciones sin fundamento o víctimas necesitadas de intimidad, que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

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