OPINIóN
Actualizado 09/05/2014
Juan Robles

Con este lema, "Eucharistia", acaba de abrirse la muestra de las Edades del Hombre en Aranda de Duero. Se trata de la XIX edición. Es ya larga la experiencia y la acogida que, desde sus comienzos ha tenido esta manifestación religioso-cultural, planteada a base de piezas del patrimonio artístico de las diócesis de la región del Duero, y contando con apoyos de las Cajas de Ahorros en su momento, y ahora, además, con el apoyo y subvenciones de la Junta de Castilla y León, y con el respaldo moral y político de las autoridades del gobierno y del reino de España. A la inauguración asistieron la infanta Elena y la vicepresidenta del ejecutivo de Rajoy. En la práctica, estas exposiciones, además del valor cultural y religioso que orienta y satisface a cuantos las visitan, tienen como resultado una natural promoción del turismo local, una mejora patrimonial y de accesos viales y, en definitiva, una mejora general y unos resultados económicos no despreciables.

Por lo que se refiere al tema de esta edición, Eucaristía refleja, por supuesto, la referencia al Sacramento eclesiástico del encuentro diario o dominical de los cristianos, como centro cualificado de la fe y de la práctica de los creyentes y seguidores de Jesús de Nazaret, que tiene como componente la consagración del pan y el vino como alimento pascual que comunica la vida de Cristo crucificado y resucitado: el "Cordero de Dios" que quita el pecado del mundo.

Por eso mismo, es un tema de lo más adecuado para el lugar donde se centra este año el evento cultural de las Edades del Hombre, al tratarse de tierras de pan llevar y de viñas de reconocido prestigio. Con pan y vino se anda el camino, profesamos popularmente. Pero mejor aún si a esa fiesta de nuestro encuentro, cualquier encuentro, familiar o empresarial, se añade la vianda del cordero de la tierra, y más si se trata del selecto cordero lechal. Con razón, los elementos naturales de la tierra dan pie para que la exposición gire en torno a esos productos sabrosos y apetitosos que, no solamente nos alimentan y dan fuerzas para el camino, sino que sirven para aprovecharlos como base de cualquier fiesta familiar o laboral.

Eucaristía: sacramento del pan y del vino, que significan y hacen presente al divino Cordero que nos salva con su entrega generosa a la muerte para que nosotros tengamos vida, vida sabrosa y abundante. "Esto es mi cuerpo entregado", "Ésta es mi sangre derramada". Pan, vino y cordero que aderezan y fecundan las tareas cotidianas de los moradores de estas tierras y de cuantos a ellas se acercan, y de su acogida y apacibilidad pueden gozar.

Pero no quisiera terminar estas reflexiones sin elevar la mirada un poco más lejos: hacia los que no pueden gozar de nuestras riquezas, simplemente porque no las tienen ni pueden acercarse a saborearlas y alimentarse de ellas. Estoy pensando en la celebración vigilia que el miércoles por la tarde había sido convocada por algunas organizaciones para el desarrollo, de inspiración católica, en este caso por Caritas, Manos Unidas, Misiones y Entreculturas.

"Enlázate por la justicia" era el lema de esta celebración, a la que acudieron un buen número de personas sensibilizadas, que gozaron de la apacibilidad de la oración, del silencio y de las interpelaciones y testimonios de personas procedentes o que han trabajado en el sur, en los países en vías de desarrollo. Se recogían el sentir y el deseo del Papa Francisco, que nos invita en su carta programática "La alegría de evangelizar", a ser solidarios con los más necesitados, a denunciar las situaciones de insolidaridad, avaricia e injusticia, con las que el ordenamiento socioeconómico de nuestro mundo y la ambición de los que gastamos y consumimos desmedidamente, contribuyen a la muerte de tantas personas a causa del hambre, de la enfermedad, de la falta de educación y de otros medios elementales y debidos que que nosotros tendríamos que compartir con ellos, superando tantas situaciones de flagrante injusticia. "Enlázate por la justicia": el lema tiene sentido y constituye un grito de urgencia y exigencia de los desheredados de la tierra, a quienes pertenecen los bienes que nosotros tantas veces despilfarramos desconsideradamente. Justicia y solidaridad, para que todos puedan sentarse a la mesa del pan, del vino y del cordero y, sobre todo, compartir en la mesa de la fraternidad el Pan, el Vino y el Cordero que constituyen el banquete común y universal de la Eucaristía.

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