OPINIóN
Actualizado 06/05/2014
Miguel Ángel Perfecto

Para los historiadores la transición política española fue un fenómeno muy complejo en el que confluyeron circunstancias internacionales que favorecieron el proceso como el final de las dictaduras griega y portuguesa y la distensión entre el Este y el Oeste con una evolución interna caracterizada por los cambios sociales de la sociedad española, por la debilidad del dictador, la división de los franquistas y las luchas populares de la oposición en defensa de la democracia.

Todos esos factores impidieron, en contra de lo que se afirma hoy alegremente una transición dirigida desde el franquismo.

Como hemos demostrado en anteriores artículos, el proyecto político del franquismo moderado representado por el Rey y Adolfo Suarez solo pudo llevarse a cabo muy parcialmente y en su fracaso tuvo que ver tanto la ciudadanía democrática que conquistó las calles entre 1975 y 1977, como los propios resultados electorales de 1977 que consolidaron las opciones de la izquierda democrática, frente a las opciones franquistas de Falange española y la propia Alianza Popular.

Ciertamente, por el camino a la democracia la oposición democrática tuvo que ceder en dos asuntos importantes: la celebración de un referéndum que permitiera conocer si los españoles querían una monarquía o por el contrario se decantaban hacia un modelo republicano; y en segundo lugar, la política del olvido respecto a la represión franquista.

Hoy en día, muchos años después, deberíamos cerrar ese capítulo, no sobre la base del olvido del pasado sino sobre el reconocimiento y condena de ese régimen represivo y el entierro digno de las miles de personas asesinadas  por el régimen que todavía siguen en las cunetas de nuestras carreteras.

La reconciliación nacional de la que se hablaba en la transición no significa olvidar el pasado y adoptar una postura de equidistancia como si fuera lo mismo ser represor que víctima, sino asumir que aquél régimen sangriento no estaba justificado de ninguna manera, ni siquiera apelando al manoseado argumento de los errores de la república.

Solo desde el rechazo claro del franquismo, como por otra parte han hecho los alemanes respecto al nazismo, podremos recuperar una memoria común sin vencedores, ni vencidos.

El resultado del esfuerzo y sacrificio de miles de españoles demócratas, mujeres, obreros, estudiantes, etc ha merecido la pena porque ha permitido una constitución democrática que es la que más ha durado de toda nuestra historia constitucional y unos cambios sociales, económicos, educativos y culturales que han culminado en una sociedad moderna y avanzada, muy diferente de aquella pobre y subdesarrollada España de los años 70.

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