Va para tres años ya que me enfundé el brazalete de luto por la pérdida de mi tío José Moya. Un hombre que probó fortuna en el Sur, llevándose consigo lo puesto y a su fiel esposa, mi querida tía Paquita (Que aunque Francisca suene fuerte, antes de la ablución su nombre iba a ser Capitolina, como la loba romana). Abnegada esposa, buena por naturaleza y trabajadora sin par, decide volver a su tierra al quedarse sin su tan amado esposo.
Reencuentros agridulces, llamadas sin fin al principio y largos espacios entre charla y charla al final. ¿De qué hablar con una persona que llevas décadas sin verla?, ¿amigos que quedan vivos? Dos, ¿familia? Cada uno a lo suyo, ¿ella? Sola?.
Encuentra un apartamento muy "cuco" que años atrás podría haber sido un gran piso de soltera, pero ahora es una casa de viuda. Para una mujer que es viva como una "dorosilla" (que diría mi suegra Feli), un hogar así es un cajón asfixiante que poco a poco te come las ganas de vivir.
Ávida de emociones a sus 81 años y cansada ya de ver cómo la vida pasa por delante de sus narices, se lanza a la calle de una Salamanca cambiada y encuentra una luz en su camino, La asociación de vecinos del barrio del Oeste, o lo que es lo mismo: ZOES.
ZOES, con la incombustible y eficaz, con la campeadora, con la mujer de la eterna sonrisa, Inma Cid a la cabeza, acoge a mi tía en un abrazo de amistad, y le abre un abanico de actividades que, sin ninguna duda, llenan de vida a mi querida tía Paquita.
Ahora, viendo a mi rejuvenecida pariente contando sus peripecias en esa magnífica asociación sin ánimo de lucro, sin ideales políticos ni patochadas ponzoñosas de esas, quiero mandarles un mensaje a nuestros Señores del poder: ¡bajaros de vuestros pedestales y aprended un poco de cómo se da vida a un pueblo"
ZOES, saludos desde la Gran vía, saludos desde el corazón y gracias.