OPINIóN
Actualizado 05/05/2014
Jesús Garrote

Es una tarde que se celebra desde el siglo dieciséis, sorprendió incluso a Felipe II cuando vino a casarse a Salamanca. En aquel entonces nuestra universidad era de las mejores del mundo, actualmente parece que no está clasificada entre las 200 mejores, aunque no me fío de las clasificaciones. Además de ser  cuna universitaria también tenía fama por el desenfreno, por lo tanto después del mes y medio entre Cuaresma y Pascua los ánimos estaban exaltados. El famoso padre Lucas, pícaro sacerdote hacía el traslado de las prostitutas otra vez a la ciudad en barca desde el otro lado del río donde se las recibía con gran algarabía, de ahí el apodo de padre putas.

Esta festividad pagana estuvo prohibida un tiempo y volvió desde el siglo diecinueve con un ambiente más familiar y más identificado con Salamanca donde es una fiesta muy popular.

Pero me lleva a dos reflexiones: una sobre la fiesta familiar y salida al campo mayoritaria y la otra sobre la falta de educación y escrúpulos de algunos jóvenes que dejan la orilla del río como un vertedero.

Cuando se ven los eventos desde la orilla de los  excluidos es un día apropiado para el respeto a las mujeres que ejercen la prostitución y que siguen siendo maltratadas desde el siglo dieciséis. Desde todas las clases sociales se consumía y se consume prostitución y siguen sin derechos sociales y sin regularizar su situación por una hipocresía y doble moral que las mantiene en la clandestinidad regulando las administraciones los negocios de sus dueños con nombres fiscales falsos como restaurantes u hoteles.

Las que yo conozco son mujeres admirables que buscan un dinero rápido para regularizar o garantizar el futuro de sus hijos o familias en situaciones desesperadas y que lo han elegido como última opción. A sus hijos o hijas les digo que deben estar orgullosos de ellas porque son heroínas que lo dan todo y que aprovechan su belleza como otras y otros las cualificaciones  y  oportunidades de otros trabajos.

Me duele que esa doble moral la tengan a veces también nuestros jóvenes y niños de los colegios o universidades, incluso los que vienen de sectores desfavorecidos que cuando ven una mujer en la calle  puedan despreciarla e incluso increparla. Cuando las conductas de riesgo que asumen en fiestas a nivel de drogas y sexo nuestros hijos e hijas están como están, hablemos claro y no escondamos la cabeza para no ver. Hay casos de menores que se prostituyen por pequeños o grandes vicios, protejámoslos y ayudemos a las víctimas de una sociedad que oculta sus emociones detrás de sus posesiones. Nuestro lunes de aguas cada vez se parece más al del siglo dieciséis.

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