La telemendicidad es un vocablo que incorporo a mi lenguaje y verdaderamente me gustaría convencer, como pocas veces, para que otras muchas personas "se lo apliquen en el amplio sentido de la expresión" es el que términoque verdaderamente define esos programas televisivos que se ofrecen cual tabla de salvación para situaciones dramáticas, extremas. Esas situaciones que no deben estar en manos de la solidaridad que surge desde la compasión del otro, cuando se ve tocado por la "sensiblonería".
¡Telemendicidad! Ese término que definió perfectamente el compañero José Manuel Ramírez, presidente del Observatorio Estatal de la Dependencia, para referirse a programas como Entre todos. "Las necesidades de las personas no pueden convertirse en un espectáculo mediático", añadió Ramírez, enfatizando así en las abundantes críticas que ha recibido el espacio televisivo. En Entre todos, son más que habituales los casos de personas con discapacidad reclamando ayuda para solucionar problemas o carencias que corresponde resolver a los servicios sociales de nuestro Estado. Y, para colmo, ni el programa ni su presentadora escatiman en hurgar en los sentimientos de estas personas, haciendo uso de todo tipo de triquiñuelas (músicas, lágrimas?) para emocionar vilmente al espectador. ¿Reaccionará de una vez TVE para impedir que Entre todos siga dañando su identidad?
Es, probablemente, una de las grandes asignaturas pendientes de nuestras parrillas: fomentar un trato verdaderamente normalizador de la discapacidad, tantas veces abordada desde el desconocimiento y los prejuicios en lugar de hacerlo desde la cercanía y la naturalidad. Usualmente, cuando los programas de televisión hablan de discapacidad lo hacen desde tres enfoques tan básicos como sesgados: superhéroes, condescendientes, sentimentaloides?
Lejos de normalizar, la discapacidad se trata como algo ajeno al espectador que no la padece o la tiene cerca cuando, en realidad, debería ser tratada como parte intrínseca de la propia vida, de la vida de todos.