OPINIóN
Actualizado 02/05/2014
Luis Frayle Delgado

Estaba sentado en el pasadizo subterráneo de la Alamedilla, bajo las vías del tren. Como si le diera vergüenza y se escondiera. Mozo de buena presencia, de la edad de mi hijo, en la plenitud de la vida. Pedía limosna en silencio. Me impresionó. Volví sobre mis pasos y le di unas monedas. Me dolió tener que darle unas monedas.  Es inexplicable, inconcebible.  Pero es la realidad, la cruda realidad.

A esto todos lo llamamos crisis. Así comenzaron a llamarlo los políticos y los banqueros, que con frecuencia son los mismos; y todos los seguimos:  es la crisis. La crisis tiene la culpa. Pero la crisis es una entelequia. En la vida real es un hombre o una mujer pidiendo limosna. Es la causa de que un hombre o una mujer tenga que pedir limosna. Y esa causa es el dinero que tienen unos a espuertas (aunque no sé si hay espuertas virtuales) y a otros no le llega ni lo necesario para comer. El efecto son los indigentes, los mendigos. Antes también se llamaban pordioseros, por que pedían diciendo "una limosna por el amor de Dios".

Antes pensábamos en los mendigos como en un hombre (algunas veces una mujer), generalmente de avanzada edad, que ya no puede trabajar para ganarse la vida; y coge una alforja o un zurrón, se va de su pobre casa y recorre el pueblo, o los pueblos, y a veces hasta llega a la ciudad. Va por las puertas pidiendo una limosna, y la mujer sale se asoma a la puerta, vuelve y le da un par de patatas o un mendrugo de pan; a veces hasta le dan alguna moneda, una perra gorda o una perra chica.

A veces se cansa de tanto andar y se sienta en la encrucijada de dos calles para que los que vienen de una y otra le vean. Cuando tiene la alforja o el zurrón lleno vuelve a su casa y allí se está hasta que se le termina lo que ha sacado de "pedir". Y cuando se le termina, de nuevo se echa a la calle a llenar de nuevo la alforja o el zurrón con lo que le den las almas caritativas. Ese era el mendigo. Pero hoy el mendigo es "el parado"; generalmente un parado de medina edad, al que ya no pueden sostener sus padres jubilados con una escasa pensión. Quizá también tiene la mujer en paro, y tiene hijos. El mendigo. 

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