OPINIóN
Actualizado 30/04/2014
Javier Martín (Jotamar)

Raro es el día en el que no te acerques un momento a la Plaza Mayor, la más hermosa de todas las plazas, y no sientas un dolor. El de hoy, el dolor digo, está tras las arcadas del Pabellón Real, un pegote medio oculto a la mirada si ésta, la mirada quiero decir, no es curiosa y un tanto crítica.

Cuando con total acierto y mucha polémica se decidió retirar los toldos que afeaban y dañaban tanta belleza, a nadie se le ocurrió ordenar que retiraran los interiores, unos trapajos indignos y sin utilidad alguna.

Mantenerlos un día más es una muestra palmaria de lo que nos importa Salamanca, la de la doradas piedras y Patrimonio de la Humanidad. La solución es tan sencilla como un par de operarios, la herramienta necesaria, una escalera y recorrer la plaza por su interior descubriendo esos dolores y desterrándolos.

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