OPINIóN
Actualizado 28/04/2014
Antonio Matilla

La canonización mañana de ambos papas me tiene un poco perplejo. Sé que es un momento histórico para la vida de la Iglesia y de la sociedad, pues no en vano ambos protagonizaron grandes decisiones, sobre todo el papa Juan XXIII que tuvo los redaños y la libertad de espíritu para abrir de par en par puertas y ventanas en la Iglesia y que entrará aire fresco -y con él algún virus espiritual, aunque esos nunca han faltado en la historia de la Iglesia. Once o doce años tenía yo cuando el padre Ángel, a la sazón Director espiritual del Colegio Calasanz, nos contó con gran emoción que el Papa había convocado un Concilio Ecuménico y nosotros rezamos por su éxito. De Juan Pablo II tengo un recuerdo más maduro por haber leído sus encíclicas y exhortaciones, haber participado en varias Jornadas Mundiales de la Juventud -iniciadas por él- y por haber concelebrado con él en su misa privada un día de diario, junto a unos cuarenta consiliarios scouts de toda Europa, que participábamos en Roma, en el Vaticano, y más en concreto en la Residencia "Santa Marta", actual domicilio del papa Francisco y que entonces era una instalación vieja y lúgubre, con la luz todavía a 125. Estoy confundido porque mis sensaciones no son las de participar en un acto histórico, sino el aroma de azahar que inunda Roma, la gozada de volver a ser alumno, pero comprendiendo las cosas que me explican sin necesidad de exámenes, y el bendito cansancio de patear Roma en los ratos libres, que son muchos, amen de celebrar la misa y rezar sin mirar tanto el reloj, que en la vida normal nos tiene secuestrados. Creo que ambos papas se movieron impulsados por el Espíritu Santo, pero no creo que éste les inspirara desde el primer día a convocar un concilio o a colaborar en la causa del Telón de acero y realizar más de cien viajes pastorales a todo el mundo mundial, sino que se dejarían guíar por él día a día y después de haber rezado, reflexionado y consultado mucho. Y es que la acción del Espíritu Santo se nota hacia el exterior a la larga, pero donde de verdad obra, aunque no nos enteremos es en el día a día, en las distancias cortas, donde es mucho más difícil percibir la perspectiva. Escribo esta reflexión la víspera de las canonizaciones. Desde ayer ya tenemos dos nuevos intercesores o, simplemente, dos personas de referencia para poder entender mejor el momento que nos ha tocado vivir.

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