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El martes de esta semana (semana de Pascua), tuve el honor de presenciar en la sede del Proyecto Hombre de las Huertas, un alta terapéutica, de un chico, que después de tres años de luchas, esfuerzos, sufrimientos, esperanzas, trabajos, subidas y bajadas, codo a codo con sus padres y hermana y con el equipo de terapeutas de Proyecto Hombre Salamanca, conquistaba la meta del "alta terapéutica". Pude presenciar el acto, lleno de emoción, de testimonios del propio chico (un hombre hecho y derecho: estimulado, lleno de valores, con un altísimo grado de conciencia sobre su vida pasada y sobre su responsabilidad de futuro?), de sus agradecidos padres, de sus entregados terapeutas, de sus fieles compañeros y amigos leales? Todo un lujo para el alma, se lo aseguro. Es uno de esos regalos inesperados que Dios te hace, y encima en la semana de Pascua, como un claro eco de la Resurrección de entre los muertos. Pero quiero que me entiendan bien: no son metáforas baratas y mucho menos exageradas. Lo que yo (y otros muchos) presenciamos el pasado martes 22 de abril en la calle Las Huertas s/n, fue un verdadero acontecimiento pascual, en donde fuimos testigos de cómo una persona (una de las muchas que salen reconstruidas de ese bendito Proyecto Hombre) después de estar en la cruz del sinsentido y en el sepulcro del vacío, ha llegado a la luz de la vida.
Hace tiempo era un niño
buen cazador de nubes,
y es que al cielo subía por sumas de escaleras.
Trepando por la hierba de luz del arco iris
o por los hilos de sol de mis cometas.
Ahora quiero volar, y sé que antes del silencio,
antes del bien y del mal, del cruel y del tirano,
pasaba por el mundo sobre ángeles y cosas
un hombre libre con alas en las manos.
Ahora vuelvo a volar. Tengo unas alas blancas
con que abrazar el aire, romper el horizonte,
llegar hasta ciudades lejanas como sueños
y enseñarles a todos que es posible la vida.
Suben a mi ventana gritos alucinados,
chirridos de sirena arañándome entero
y voces de "estás loco, volar es para pájaros".
Pero extiendo mis alas, miro hacia el cielo y salto,
miro hacia el suelo y caigo.
Si pueden, escúchela. Varias veces. Con los ojos cerrados.
Sirva esta canción. Como testimonio emocionado, por el trabajo que en nuestra provincia de Salamanca está haciendo esta institución y como aliento a todas las personas que bajo sus alas aprenden a construir unas alas propias que vuelan hacia la vida.