OPINIóN
Actualizado 27/04/2014
Paco Blanco Prieto

La impunidad de los pícaros y el engaño en las tribunas, nos condenan a deambular con la decepcionante cruz de la frustración sobre los hombros, camino del inconformismo popular.

Larga conversación tuvimos un grupo de amigos mientras caminábamos con la decepción a cuestas por las calles salmantinas, sin encontrar explicación a todo cuando está sucediendo a nuestro alrededor, aunque al entorno personal no lleguen las salpicaduras de las excreciones.

La frustración comenzó al acudir esperanzados en 1982 a la llamada de los "hunos", que luego vimos salir corriendo catorce años después con el rabo entre las piernas, la corrupción en sus filas y la fragmentación interna, mostrándonos impensables similitudes con los "hotros".

En aquellos tiempos, África empezaba en los Pirineos y los extranjeros se compadecían de nosotros dejándonos algunas monedas de propina en el plato europeo, hasta que la frontera africana se puso en el Estrecho, imponiéndosenos mirar al Norte y obedecer en silencio, si queríamos recoger algunas mendrugos de la mesa comunitaria.

No le ha bastado a los jefes de este pueblo tradicionalmente migratorio, con haber expulsado a judíos, moros y gitanos a lo largo de la historia, sino que ahora pone a inmigrantes en la frontera y expulsa de su tierra a los jóvenes parados pretextando su vocación aventurera.

Los dirigentes del colorín parlamentario y los banqueros de la estafa, ven impasibles la transformación de las urgencias hospitalarias en morgues; la justicia, en servidumbre; las escuelas, en barracones; la dependencia, en antesala de la parca; y la infancia a las puertas de la hambruna.

La falta de ejemplaridad en los mandamases, su nula capacidad autocrítica, la codicia del sillón, sus ofensivos privilegios, la desmedida soberbia, el aprecio a los bienes ajenos y la incompetencia manifiesta, están poniendo al país contra las cuerdas al borde del K.O. social y la revolución, como demostrarán los resultados electorales a las canonjías europeas que esperan a los privilegiados con tal beneficio.

Actualmente al toro del pueblo español le han afeitado los pitones algunos miembros de la cuadrilla que está toreándolo, picándolo, banderilleándolo y burlándolo sin respeto, compasión, estilo ni maestría, ignorando los torerillos, que al morlaco le quedan fuerzas para embestir contra ellos y sus cómplices, derrotando sobre el burladero para cornear a los que aplauden la lidia desde la barrera.

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