En Lucas 24,1-8 se añade el lenguaje de la vida: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?». Lucas usa el lenguaje de la vida para acercarse al mundo griego.
Dios es el principal agente de la resurrección, esta es una acción de Dios sobre Jesús, es la suprema intervención de Dios en la historia y aparece como el último momento de la creación. Es en Cristo donde Dios ofrece la salvación totalmente. Dios levantó a Jesús; es una acción recreadora de Dios que escapa de las posibilidades humanas. En la resurrección aparece Jesús partícipe de la vida de Dios y es la experiencia pascual la que suscita una comunidad que da cuerpo simbólico o sacramental a Cristo; la resurrección crea una comunidad donde Cristo se sigue manifestando al mundo. El encuentro con Cristo resucitado conlleva el dar vida a los que no la tienen.
Los evangelistas, cuando hablan de la resurrección de Jesús, afirman que se trata de una transformación, presentando personas que conocieron bien a Jesús y no lo reconocen y describiendo a un Jesús que podía saltarse las leyes físicas (pasa a través de puertas cerradas y aparece y desaparece de repente).
Una fe sin obras es una fe muerta; pero es baldía si no se cree en la resurrección. «Si Cristo no resucitó, entonces nuestra predicación es baldía y baldía es vuestra fe» (1 Co 15,14). El creer que él resucitó nos da fuerza para aceptar las muertes generadoras de vida. El Dios de Jesús ha resucitado a Jesús, era el grito de los primeros cristianos. Hoy siguen proclamando lo mismo: Cristo ha resucitado.
Después de la muerte del Señor los discípulos estaban desorientados, así lo demostraba su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres; la fe en el Resucitado, no brotó de manera natural y espontánea. Así lo busca María Magdalena, busca al crucificado en medio de tinieblas, lo busca en el sepulcro. Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida.