Te espero cada año como si fuera la primera vez. Hay nombres que embrujan y a mí, el tuyo, me hechizó bien pronto. Lo tienes todo y contigo se inicia cada año la luz, el despertar del color a través del brote de las flores, la alegría que deja atrás el frío y oscuro invierno y anuncias, con tu venida, la primavera.
Eres mi mes, el mes que me vio nacer y al que siempre espero con esperanza. Me devuelves la ilusión con la luz que contigo llega y me inundas de energía, la que me robó el invierno. Bueno o malo, eres diferente a cualquier otro. Si vienes fresquito o lluvioso, lo salvas con la crecida de los días, y si llegas templado o caluroso, te conviertes en el rey del calendario?sea como sea mi querido abril, nunca decepcionas.
Hace ya algunos años aterricé en Barcelona, iniciando una nueva etapa de mi vida que duró quizá más de lo que debería y que, aunque fructífera en muchos aspectos, fue muy dura en otros. No valoré, al marcharme, la distancia y la misma se me tornó árida muy pronto. Allí, en aquella tierra en que me sentía extraña y alejada de todo y todos, te descubrí de otra manera porque su clima, y sus costumbres, lo hicieron posible.
Recuerdo, como los mejores capítulos de mi estancia en Barcelona, los abriles, tan llenos de luz, tan templados, tan dulces? aquellas imborrables tardes, cuando tu luz rojiza volvía la arena fresquita y mis pies se hundían como en el cielo mientras la brisa acariciaba suavemente mi cara, y Juan Marsé y sus" Últimas tardes con Teresa" colmaban mis expectativas. Sólo por aquellos instantes que me acompañarán siempre merecería la pena aquella estancia.
El 23 de abril, día de nuestra Comunidad y día del libro, descubrí el gran día de Barcelona, el mejor día del año y me pareció maravilloso. Riadas de niños que iban a la escuela, rosa en mano, ejecutivos corriendo a la salida del trabajo en busca de un libro y una rosa, un Paseo de Gracia engalanado de fiesta, miles de personas disfrutando de un día para todos.
Quería rendirte un homenaje porque siento debilidad por ti, porque eres el mes, el mío, y pensando en ello anoche volviste a sorprenderme regalándome una reconciliación con un lugar del que marché enemistada (por mis circunstancias, que no por la ciudad ni por sus gentes) y me sorprendí a mí misma visualizándome en un largo paseo por Paseo de Gracia, rosa en mano y llegando a la playa, oliendo el mar y dejándome envolver por esa brisa que tanto eché de menos a mi regreso, y me sentí en paz con la sensación de esos instantes vividos en aquellos abriles catalanes.
Así que, caro abril, quizá el año que viene, y pensando en ti, vuelva a aquellos lugares en que te me descubriste más primaveral y más suave que nunca y junto al mar, piense en ti, y en mí, y en estos treinta y dos abriles que son sólo nuestros.