OPINIóN
Actualizado 23/04/2014
Fernando Segovia

       Yo no conocía a Gabo. Pero conocía Macondo, ese reino tan particular. Y lamento que Gabo muriera ayer. Aunque prefiero como lector la muerte de Gabriel a la de Macondo entero. Eso es lo malo (o lo bueno) de los que inventan cosas importantes. Su invento sobrevive y se hace mucho más necesario que el propio personaje. Y es que respecto ese asunto los dioses, cuando fabricaron el mundo, no lo dejaron justamente establecido. No creo que García Márquez deseara morirse ni el mismo Borges siquiera, aunque la tendencia de éste último a la profunda melancolía lo hubiese propiciado mejor. 

         De haber conocido a Borges (que no es el caso también) puede que me hubiese advertido que su cuerpo debería ser enterrado en algún cementerio de su invención. Y el colombiano también hubiese preferido ser sepultado en el Macondo del libro. Estoy casi seguro. Y eso en el caso de ambos pueda ser posible aún hacerlo. Ser el creador de esos mundos tan soñados y tan reales debiera de tener ese premio añadido. Poder acceder a ese territorio peculiar en todas las formas posibles. Como muerto entre sus muertos y como nuevo personaje de la historia improbable de tantas historias. Y es muy posible que un adusto enterrador de Fray Bentos (como el propio Funes el memorioso) o de Macondo se haga presente ahora mismo para realizar la ingrata labor de cavar y dar sepultura en un cuento o en una novela a ambos ilustres. Unos se vestirían de blanco impoluto y otros de traje oscuro y corbatín para estar a tono con la ceremonia y la ocasión. Y le podríamos llevar flores a la tumba en cada día del libro. O pondríamos la flor aplastada entre las páginas. 

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