Actualmente nadie pone en duda, ni si quiera aquellos que tienen algún conflicto de interés, que los profesionales sanitarios y, específicamente, los médicos constituyen uno de los pilares más determinantes de la calidad asistencial y de los buenos resultados del gran Sistema Sanitario español. Efectivamente, los médicos con su papel y con sus decisiones profesionales han contribuido al Bienestar y a la Calidad de Vida de los españoles. Su impacto social se debe a su alta cualificación y efectividad profesional.
La formación de los médicos en el siglo XXI es compleja y se produce en un continuum que se desarrolla básicamente en tres etapas: en la primera, se trata de convertir a un bachiller en un graduado en Medicina (Médico); en la segunda, en convertirlo en un médico especializado (Especialista) y, en la tercera, se pretende mantener su efectividad mediante la Formación Continua y el Desarrollo Profesional Continuo para que siga aplicando las nuevas evidencias científicas y los progresos de la investigación básica y clínica de la Medicina y de las Ciencias afines.
La primera etapa desde hace siglos tiene lugar en la facultades de Medicina donde se trata de transmitir conocimientos y experiencias probadas mediante un proceso de enseñanza-aprendizaje organizado, planificado y secuencial para dar a conocer los fundamentos científicos de la Medicina y que el médico los aplique a pacientes concretos. Por tanto, su ejercicio profesional es ciencia y arte como nos decía Hipócrates. Ciencia, porque se basa en evidencias científicas y, Arte, porque se aplica de manera individualizada, a pacientes concretos. Esto es así porque en la Sociedad no hay enfermedades sino enfermos. A esta etapa se la considera la parte fundamental dado que es en la que se diferencia lo normal de lo patológico y de manera integral para que los médicos apliquen sus competencias profesionales con una visión global de sus pacientes y no fragmentados en órganos y/o sistemas (Especialistas). El grado de Medicina constituye el tronco del árbol formativo o los cimientos del edificio profesional. Luego vienen las ramas o las habitaciones, es decir, las especialidades. Y para ser un gran especialista antes hay que ser un buen médico, un buen graduado. Y para ser las dos cosas hay que conocer los fundamentos, las evidencias científicas y los procedimientos y técnicas; pero éstas deben aplicarse con ética, equidad, tolerancia y efectividad, con valor y rigor científico y con valores.
Por este motivo, tenemos que reflexionar qué le demanda, en el momento actual y en las próximas décadas, la Sociedad a un buen médico o buen profesional de la Medicina. Desde mi punto de vista, los pacientes quieren un profesional que debe estar formado para dar una atención integral e integrada; pero también equilibrada y tolerante con la diversidad social y autonomía de los pacientes, que garantice actuaciones preventivas y curativas basadas en la garantía de la seguridad del paciente y al que atienda con efectividad y sin conflictos de interés. Es decir, le atiende integralmente, porque es competente y forma parte de su responsabilidad profesional y social, e intenta mejorar su Salud, su Bienestar y su Calidad de Vida.
Se necesitan médicos bien formados y preparados para atender a la Sociedad del Siglo XXI. Su impacto y, por tanto, su crédito social se basan en que recuperan a sus pacientes de sus enfermedades, problemas y sufrimientos para que tengan Salud y puedan disfrutar de la Vida, de sus amigos, familiares y de sus entornos sociales. También, porque cada vez más, la Sociedad es más consciente de que la Salud es un recurso para la Vida y la Vida tiene que ser Saludable, física, psíquica y socialmente.