OPINIóN
Actualizado 19/04/2014
Manuel Lamas

 

 No quiero ver en esa cruz, inmóvil,

el cuerpo sujeto con clavos al madero;

la imagen de Jesús Crucificado,

sumido en el dolor por mi silencio.

 

Permanezca esa escena suprimida.

Pues, salvado del error y la miseria,

descendió de la cruz el  Salvador

y vive presente en la conciencia.

 

Si la duda nos cubre con su sombra

y aparta de nosotros la esperanza,

recobremos el madero, sin Jesús,

y los clavos manchados por sus llagas.

 

Apáguese el rencor dentro del pecho,

al saber que Jesús Crucificado,

con su muerte corrigió nuestros errores.

Vaya al fuego el madero con los clavos.

 

 

Vive, pues, Jesús en la conciencia,

sin madero, sin clavos, sin dolor.

Superada la fase de su muerte,

celebremos la vida que  nos dio.

 

Y en la tierra Jesús, sin el madero,

permanezca con el alma que nos guía.

Disuelva su presencia en la razón

y reponga los principios de la vida.

 

Busquemos a Jesús con la sonrisa

en la suprema cortesía del amor.

Destruyamos, decididos, el madero

y los clavos que desgarran la razón.

 

 

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