Como un pregón del pregón pascual, como un murmullo en el día del silencio y un adelanto en el día de la espera, antes de que el fuego de la noche encienda el cirio del Resucitado, una vela tímida se resiste a recluirse en el cenáculo y marcha a anunciar la Muerte con la esperanza cierta de que pronto podrá proclamar la Resurrección. Cristo Crucificado y la Madre Dolorosa nos remiten al Calvario, mientras esa vela pugna por liberarse de las espinas y brillar en la Pascua. Es el día del silencio y de la espera, de cuidar la llama de la fe y soñar impacientes con la Gloria.
Tomás González Blázquez
Fotografía: José Fernando Santos Barrueco